Para vencer los días malos de la vida
Muchas veces, durante nuestra caminata cristiana, somos sorprendidos por luchas, decepciones e injusticias. Porque, a diferencia de lo que algunas personas piensan, el mundo no es un campamento de verano, es decir, un lugar de ocio y descanso. Ilustro esta afirmación con la declaración enfática del Señor Jesús para prepararnos al decir:
“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Esa afirmación es categórica para todos, no dejando la menor posibilidad de vivir aquí tranquilamente y sin desafíos.
Uno de los motivos por el cual Dios permite que enfrentemos esas aflicciones se refiere a las preciosas lecciones que Él desea que aprendamos en esos momentos. Enseñanzas que, en la quietud, jamás serían asimilados. Entonces, podemos decir que nuestro Señor nos ama tanto que no podría evitarnos los dolores que impulsan el crecimiento y las virtudes para nuestra alma.
Vea, en cierta ocasión, los discípulos obedecieron al Señor Jesús y entraron al barco para atravesar el Mar de Galilea. De ese modo, podemos pensar que, acompañados por el Maestro y estando a Su servicio, no enfrentarían dificultades. El error es nuestro, pues el Salvador no les evitó que enfrentaran una terrible tempestad.
Mientras un viento fuerte arremetía el bote de un lado a otro, las olas eran tan altas que empezaron a llenarlo de agua. Desesperados, aquellos hombres pensaron que iban a morir.
Pero, ¡qué contraste encontramos en este pasaje (Marcos 4:35-41)! Pues, mientras los discípulos estaban dominados por el miedo, Jesús dormía tranquilamente. Su confianza absoluta en el Padre Lo hacía descansar ante aquella adversidad.
Entonces, los discípulos asustados Lo despertaron con la siguiente pregunta: “¿No tienes cuidado que perecemos?”
Ellos sintieron que el Salvador no estaba atento al peligro que enfrentaban o que Su corazón era insensible al dolor por el cual pasaban.
¿Cuántas personas, al enfrentar situaciones difíciles, también piensan que fueron abandonadas por Dios o que Él parece injusto por no resolver inmediatamente sus asuntos?
¡Pero eso no es verdad!
Dios tiene designios que son incomprensibles para nosotros, pero podemos confiar en Él, pues Su modo de actuar es perfecto. Sus planes y Su visión son extremadamente más altos que los nuestros y todo lo que hace o que permite que suceda cooperará para nuestro bien.
Entonces, en esos momentos en los que usted es tentado para pensar que el mal parece triunfar o que Dios olvidó sus oraciones, crea que Aquel que creó todas las cosas es fiel y tiene autoridad para calmar cualquier tempestad. El Padre quiere que seamos como Su Hijo. Es decir, Él quiere que logremos descansar en la certeza de que somos cuidados por el Altísimo y que Él es más grande que cualquier tormenta que se levante en este mundo.
Sin embargo, solo logran llegar a ese nivel los que vencieron el miedo y viven con valor su fe en Él.
Por Núbia Siqueira
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