Maldiciones hereditarias: una tragedia tras otra
En noviembre de 1963, John F. Kennedy es asesinado. En 1944, Joseph K. fallece durante la Segunda Guerra Mundial. En 1948, Kathleen K. perece en un accidente. En 1968, Robert K. pierde la vida en un tiroteo. David K. muere en 1984 y en 1997 Michael K., ambos en situaciones trágicas.
Las últimas muertes registradas son en 1999, cuando John F. Kennedy Jr. perdió el control de su avioneta y Mary Kennedy que supuestamente se suicidó en mayo del 2012.
Ted, hermano de J.F. Kennedy, frente a las cámaras, se preguntó antes de su fallecimiento si algún tipo de maldición se cernía sobre su familia.
A esta racha de 74 años de desgracias se le conoce como “La maldición Kennedy”. Y así como ellos, hay mucha gente que arrastra maldiciones desde sus antepasados, como enfermedades, pleitos, vicios, fracasos, entre otros.
Ante esto, ¿qué se puede hacer?
Si bien la Palabra de Dios aclara en Deuteronomio 24:16 que no pagarán sus errores con muerte los hijos por los padres y viceversa, el Obispo Macedo explica: “La maldición es un espíritu, una plaga que no cesa de actuar hasta que no consume a sus víctimas totalmente”.
El Señor Jesús es el Único capaz de quebrar una maldición, pues: “Cristo prefirió recibir por nosotros la maldición” (Gálatas 3:13).
Buscar la ayuda y protección de Dios es la única opción que uno tiene para acabar con las maldiciones. Si deseas hacerlo, te esperamos este viernes en cualquier Universal del país para enseñarte cómo entregarte a Él para que ningún mal toque tu puerta ni la de tus seres amados.
Noche de viernes, noche de milagros
Brenda
“Tocar el Manto Consagrado con fe me trajo como resultado que se me quitaran las punzadas de cabeza, espalda y cuello que tenía desde hace tres años. Puedo hacer, sin sentir ninguna molestia, movimientos que antes no podía”.
Guadalupe García
“Un dolor en la cadera me impedía sentarme, además, la cabeza y los pulmones me dolieron bastante por casi cuatro años. Al pasar el Manto Consagrado por donde yo estaba, lo toqué con mucha fe y sané por completo”.
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