La morada de Dios

Cuando la persona recibe el Espíritu Santo, ella ve al Señor Jesús en su propia imagen, pues se vuelve la morada de Dios. Por ello, su vida, sus pensamientos, su corazón, y sus hábitos cambian. Aquel temperamento difícil y el pecado no existen más, porque ella murió y fue sepultada en el bautismo en las aguas.

El bautismo en las aguas significa sepultar la vieja naturaleza. Si eso no sucede, la persona continúa viviendo en la carne y, desafortunadamente, vive de fracaso en fracaso. Sin embargo, cuando la persona recibe el Espíritu del Señor Jesús, ella deja la fe natural para vivir bajo la guía de la fe sobrenatural y celestial que viene de Dios. Es Él quien nos da fuerza, entendimiento y dirección. Es Él quien nos inspira, nos da perseverancia y la vida con abundancia prometida por Jesús.

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El Espíritu Santo está siempre listo y disponible para habitar en la vida, el cuerpo y la mente de los que son humildes de espíritu. Pero, la persona que quiera al Señor Jesús en su interior, tiene que abandonar a los dioses de este mundo y renunciar a sus vanidades y a todo. Entonces, ahí sí, se vacía y el Espíritu Santo la llena.

El bautismo en las aguas es la muerte de tu propio ser y el bautismo con el Espíritu Santo es cuando desciende y hace morada el Espíritu Santo en ti, es decir, es el Señor Jesús en la vida de la persona. Esto es lo que Dios quiere hacer en tu vida: Él quiere vivir dentro de ti y no quedar a tu lado, encima de ti, cerca de ti o simplemente tocándote, sino hacer su morada en ti.

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