“Estuve en el mundo de la prostitución”

“Recuerdo que, desde los seis años, mi madre se reunía cada semana con la familia para alcoholizarse, veía que mis hermanas mayores lo hacían también. Aun siendo una niña, eso despertó mi curiosidad y sin que se dieran cuenta, me robaba los tragos que quedaban en los vasos. Equivocadamente, pensé que esa vida era normal. Mis padres se perdieron en los vicios…

Crecí entre vicios, maltratos y mucho coraje en contra de todos y de todo. No faltó quien me incitara a tomar y fumar, lo hacía con tal de ‘evadir mi realidad’. Al poco tiempo, conocí a una persona mayor que me invitó a salir, pedimos algo de tomar y en el primer trago, perdí el conocimiento. Cuando desperté, estaba desnuda en su cama, ¡había abusado de mí! Me embaracé y por miedo, aborté.   

Eso me hundió aún más en los vicios. Si antes me embriagaba los fines de semana, ahora lo hacía tres veces a la semana y después diario. La culpa por tanto error que había cometido, empecé a odiar a los hombres. Más tarde, me adentré en la prostitución y llegué a salir con personas con mucho dinero. Me embaracé y aborté más veces. Era agresiva y amenazaba de muerte a la gente.

En el fondo, quería cambiar, pero no sabía cómo. Una amiga se acercó a mí y me dijo que Dios podía cambiar mi situación, me invitó a la Universal. Fui con ella, lo que me sorprendió fue que, en ese primer día, pude dormir muy bien. Continué yendo, a pesar de las dificultades que se presentaban, quería salir adelante.

En este tiempo que he participado, mi salud volvió a estar en perfecto estado, la relación con mi familia es muy buena y económicamente me va bien: tengo una red de negocios. Lo más importante es que al conocer a Dios, abandoné la prostitución y recobré mi valor como mujer. ¡Tengo una vida nueva en todos los sentidos!”, María L. Monroy.

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