Efraín – ¡La fuerza de un toro!
«Su majestad es como la del primogénito del toro, y sus cuernos son los cuernos del búfalo; con ellos empujará a los pueblos, todos juntos, hasta los confines de la tierra. Tales son los diez millares de Efraín, y tales los millares de Manasés.» Deuteronomio 33:17
Dios bendijo a Efraín con la fuerza de hombres valientes en las batallas:
«De los hijos de Efraín, veinte mil ochocientos, hombres fuertes y valientes, famosos en sus casas paternas.» 1 Crónicas 12:30
Efraín fue bendecida por Dios con la habilidad en las batallas y la fuerza de un toro primogénito.
Recuerde que Canaán era una tierra fortificada, con hombres de gran estatura a los ojos de los espías, que temieron enfrentar a los habitantes de esa ciudad. Sin embargo, más tarde, eso no fue un impedimento para Efraín, que entró a la tierra prometida (Josué 16), y desde el Jordán salió arrasando con su fuerza devastadora de victorias en victorias.
Lamentablemente, ¡Efraín no tuvo la misma fuerza para obedecer a Dios! Fue entonces cuando comenzaron los problemas de los efraimitas, pues se tornaron orgullosos y desobedecieron las órdenes de Dios (Josué 16:10, Jueces 1:29) al no expulsar a los cananeos de sus tierras. De esa forma, con el pasar del tiempo, los efraimitas no solo comenzaron a convivir con los cananeos, sino que empezaron a vivir como ellos.
Lo que llama la atención sobre Efraín es que ninguna otra tribu de Israel simbolizó la lucha entre la carne y el espíritu con tanta expresión. Vencedores en las batallas contra los poderosos enemigos de Israel, pero derrotados en la lucha contra los deseos de la carne.
«Comerán, pero no se saciarán; se prostituirán, pero no se multiplicarán, porque han dejado de hacer caso al Señor. La prostitución, el vino y el mosto quitan el juicio.» Oseas 4:10-11
La prostitución, el vino y el mosto formaban parte de los rituales de adoración al dios pagano Baal. ¡Vea la decadencia! Los grandes e intrépidos guerreros entregados a los placeres de la carne. ¡Sí! Guerreros que tomaron la tierra prometida, ¡pero no lograron conquistarse y vencerse a sí mismos!
Jamás, y en ningún momento, alguien creería que la tribu de Efraín tendría miedo de una guerra, como en el caso de los madianitas y amalequitas, en los días de Gedeón, que, a causa del miedo, los hicieron volver a su casa. Pero, después de la victoria de los 300 (cuando lo peor había pasado), ellos reprendieron a Gedeón:
«…¿Qué es esto que nos has hecho, al no llamarnos cuando fuiste a pelear contra Madián? Y lo criticaron duramente.» Jueces 8:1
En los días de hoy, así como Efraín, vemos a hombres y mujeres de guerra, de grandes conquistas y de grandes testimonios de fe, siendo derrotados por la vanidad, por la prostitución, por el vino y el mosto. Sí, conquistadores que desbravaron, conquistaron, pero se olvidaron de conquistarse y vencerse a sí mismos.
La vieja historia se repite, caen en la fe por dejar de mirar al Altar, pues pasaron a admirar más a sus conquistas materiales. Se tornan como los fariseos que valoraban más al oro que al Altar, y peor, creen que tienen la razón.
Dios llega al punto de decir:
«¿Qué haré contigo, Efraín? ¿Qué haré contigo, Judá? Porque vuestra lealtad es como nube matinal, y como el rocío, que temprano desaparece.» Oseas 6:4
¡Entonces, aquí está la alerta!
Nada es más importante que su Salvación. Las conquistas materiales, las victorias profesionales o cualquier otra conquista aquí en este mundo, que no esté en el Altar a servicio de Dios, tiene una fecha de vencimiento y llegará el día en el que ni siquiera las grandes victorias del pasado tendrán más sentido.
«Mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que Me entiende y Me conoce, pues Yo Soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas Me complazco —declara el Señor. Jeremías 9:24
No sirve vencer todas las batallas de este mundo, conquistar todo lo que hay en él y gloriarse en todas sus victorias, si usted no entiende y conoce a Dios. Y solo Lo conocen aquellos que están en el Altar, entregados a los designios del Altísimo.
Que Dios tenga misericordia de aquellos que están dejándose llevar por las aparentes conquistas y por el engaño que la vanidad de este mundo ofrece.
«Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclaman el alma; y ahora, ¿para quién será lo que has provisto?’ Así es el que acumula tesoro para sí, y no es rico para con Dios.» Lucas 12:20-21
Que usted sea en este momento tomado por el temor de Dios y que pase a gloriarse en entender y conocer a Dios, y no a gloriarse en sus conquistas terrenas.
¡No sea como Efraín que se tornó rico para sí, pero pobre para Dios!
¡Que Dios los bendiga!
(*) Extraído del blog del Obispo Macedo
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