Dios cumple lo que promete
Durante años, meses o incluso toda la vida has tenido que soportar un problema tras otro, probablemente solo ha sido uno, pero este fue suficiente para arruinar tu existencia. Observas a tu alrededor y parece que la vida ha sido injusta contigo; mientras otros logran salir adelante, tú no puedes porque aun te ves pequeño y débil frente a todas tus dificultades.
“Él pudo porque Dios lo prefiere más que a mí”, “Ya he clamado y reclamado al Señor y no responde”. Pero ¿por qué hay miles de testimonios de la Hoguera Santa que han logrado conquistar lo inimaginable a pesar de sus discapacidades físicas o condiciones tanto espirituales y emocionales? Porque confiaron en una promesa, lucharon y transformaron todo lo que tenían a su alcance en un arma de guerra, sabían que en el Altar serían más fuertes y vencerían.
Pero, confiar en el poder de Dios no siempre significa que el resultado sea de un día a otro. “El fervoroso cree en lo sobrenatural (invisible) porque sabe (tiene fe) que Dios honra Su Palabra. Quien, de hecho, cree, no está ansioso por saber cuánto tiempo le llevará ver la materialización de su fe. Solo se mantiene creyendo, sabiendo que, tarde o temprano, verá el resultado de la misma”, explica el obispo Edir Macedo.
Esta ha sido la recta final de la Hoguera Santa, sin embargo, no significa que la batalla ha terminado, sino que ahora es el momento de confiar en que Dios actuará, Él lo prometió: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. […] No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación del Señor con vosotros” (2 Crónicas 20:15-17).
“Me peleaba con las ratas por la comida”
Hipólito
“Quedé huérfano de padre a los siete años y como el hombre con el que mi madre se juntó me maltrataba, huí de mi casa.
En la calle me involucré con malas amistades que, a base de golpes, me indujeron a probar toda clase de drogas y alcohol.
Fueron 23 años los que dormí en la calle, bajo la lluvia, incluso me peleaba con las ratas por la comida que tiraba la gente. Estaba mal e intenté suicidarme. Veía a las familias felices y lloraba de tristeza por no ser feliz.
Así mugroso y maloliente llegué a la Universal sin deseos de vivir y desesperado por una solución. Pero creí en las palabras que, abrazándome, me dijeron ‘tu vida va a cambiar’ y de hecho cambió cuando decidí escuchar la voz de Dios en la Hoguera Santa.
No fue fácil, pero en cuanto usé mi fe, me sentí diferente. Había un cambio y mis actitudes lo demostraban.
Al poco tiempo me casé con una gran mujer y tuvimos una bebé. No me pasaba por la cabeza tener un techo, sin embargo, hoy tengo casa propia, carro y un excelente empleo. No quedó nada de lo que era antes. Dios me dio todo lo que anhelaba tener. No me falta nada, sin duda tengo vida nueva.”
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