Creer en uno mismo no es opcional
Creer en uno mismo es indispensable para alcanzar el éxito. Hay gente que se jacta de decir que cree en Dios, pero al momento de ir tras la realización de sus sueños suele frenarse por el hecho de creerse incapaz. A decir verdad, alguien que apoya su fe en el Señor de las riquezas, por ende, confía en sí mismo porque está consciente que su capacidad para lograrlo todo viene de Él.
“Eres un profeta en tu propia vida y las profecías que profieres sobre ti mismo son autorrealizables, incluso, sin que te des cuenta. Esto está comprobado. Esperar que pase algo hace que realmente termine pasando. Si crees que puedes, podrás. Si crees que no puedes, difícilmente lo lograrás. ¡Todo depende de ti!”, explica J. Edington en su libro 50 secretos para el Éxito.
Quizá, hasta ahora has creído más en mentiras sobre ti, como que no tienes capacidad, que no eres inteligente, que nunca podrás hacer lo que anhelas o que ese sueño no es para ti… ¡reemplázalas por ideas positivas! A partir de hoy, proponte creer más en ti; al principio, parecerá que estás engañándote, pero en realidad, sólo estás modificando tu manera de pensar.
En el Congreso para el Éxito, por ejemplo, recibirás consejos que te serán útiles para convertirte en esa persona que has determinado ser. O bien, si por alguna razón, crees que ya no hay oportunidad para que despuntes financieramente, acude y verás que también te estabas equivocando. En la oportunidad, recibirás la Llave de la Victoria y te explicarán cómo usarla. ¡Dios quiere prosperarte!
“Acabaron mis frustraciones económicas”
María de los Ángeles Pérez
“Tener un matrimonio ejemplar y una linda familia era mi sueño, pero este se vio frustrado al saber que no podía ser mamá y terminé separándome de mi esposo. Empecé a sentirme sola, la depresión no me permitía encontrarle sentido a la vida, anhelaba la muerte…
El alcohol y el tabaco se volvieron una fuga para mi realidad. Me encantaba irme con ‘amigos’ y llegar a altas horas de la madrugada a mi casa, eso y mi mal genio provocaban peleas constantes con mi madre. Me endeudé con el banco y no podía pagar, pasaba noches en vela y llorando por la preocupación.
Por una amiga, llegué a la Universal. Me dijo que con la ayuda de Dios saldría adelante, sus palabras me motivaron y vine… total, no tenía nada que perder… Me sentí en paz y noté que, gradualmente, la tristeza, la soledad y las ganas de morir se iban esfumando. Dejé de alcoholizarme y de fumar, y acabaron las peleas con mi mamá.
Mi estética prosperó y aparte establecí un negocio de postres. A partir de ahí, Dios me dio las condiciones de pagar lo que debía y comprar un auto del año. Soy prueba de que las promesas de Dios se cumplen”.
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