Ayuno: tan importante como orar

Ayuno: tan importante como orar

Por Departamento Web

Todos nosotros ya nos vimos ante problemas que parecían sin solución. Estos nos lastiman, nos angustian y nos roban las fuerzas, el ánimo y la paz. Puede ser una enfermedad, un “hueco” en las finanzas, una mala relación amorosa o incluso un ser querido con dificultades. No importa qué tipo de problema sea, quien pasa por él, deja de sufrir.

¿Cómo vencerlo? La respuesta está a nuestra disposición desde hace miles de años, tal como lo enseñó el Señor Jesús en el Evangelio de Marcos, capítulo 9. En aquella ocasión, sus discípulos intentaron expulsar un espíritu inmundo de un niño y no entendía por qué no podían. Entonces, Él fue claro: “Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno”.

La Biblia muestra claramente, en varios fragmentos, qué significa ayunar: “matar la carne para alimentar el espíritu”. Pero el ayuno no se vincula solamente en evitar alimentos sólidos y líquidos. Dejar a un lado durante un tiempo cualquier cosa o hábito considerado indispensable también muestra que alguien quiere la real dependencia de Dios. Algunos dejan de ser bombardeados por información del día a día, de seguir a su equipo de fútbol durante cierto tiempo o realizar su pasatiempo preferido.

Pero ¿es tan importante ayunar? El obispo Celio Lopes, en su libro El Santo Ayuno, explica: “la práctica del ayuno no puede considerarse ni más ni menos importante que la oración; sin embargo, cuando las súplicas no traen respuestas, el ayuno funciona como un clamor del alma, aun en silencio. El propio Señor Jesús le enseñó a los discípulos que existen casos específicos en los que la oración no funciona sola, es decir, esta tiene que ir acompañada de un sacrificio de la propia carne: el ayuno”.

Además de eso, es necesario no vanagloriarse de estar en ayuno y querer mostrar que es “muy cristiano”. El Señor Jesús dijo: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan […].Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro,para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:16-18).

La respuesta para lo “imposible”

Lucília Hasmann, de 49 años, pasó por una gran angustia durante la adolescencia de su hija, Aline, hoy de 21 años. “Algo estaba sucediendo con ella. Aquella niña tranquila empezó a ser ‘respondona’, no escuchaba más lo que yo le decía, me mentía sobre a dónde iba o qué hacía, siempre estaba en la calle. Ella me miraba de forma muy extraña. Yo la sentía cada vez más lejos de mí”.

Aline confirma que todo era aún peor de lo que parecía. “Mi madre no sabía, pero en aquella época yo consumía alcohol, marihuana, cocaína, hacía robos menores y la odiaba”. Para colmo, ella llegó a amenazar a su madre con un cuchillo, pero un familiar le impidió hacer algo peor.

Lucília ya frecuentaba las reuniones de la Universal, pero había una que no conocía. “Aline tenía 14 años cuando escuché sobre el Ayuno Colectivo (que se lleva a cabo los sábados) y me di cuenta de que yo aún no había intentado recurrir a Dios de esta manera”.

Ella, entonces, se unió al ayuno en la reunión y en el día a día. “Lo tomé muy enserio. Todas las semanas oraba en la madrugada por mi hija y ayunaba. No había resultado en aquel primer momento, pero, dentro de mí, cada vez que abría un ayuno, venía una certeza de que ella sería transformada. El cambio se llevó a cabo cuando ella cumplió 16 años. En una madrugada, al escucharla orando en su cuarto, me di cuenta de que el Señor Jesús me había respondido”.

Aline recuerda cómo sucedió: “me fui liberando y resistiendo los malos deseos. No fue fácil, pero lo logré. Hoy, no necesito drogas, estoy completa y tengo una excelente relación con mi madre”, dijo con tranquilidad.

¿Qué cambió a Lucília y a muchas otras personas que consiguieron algo ayunando? La respuesta es muy clara en una frase célebre de Kenneth Hagin (1917-2003), famoso evangelista norteamericano: “el ayuno no cambia a Dios. Él es el mismo antes, durante y después de su ayuno. Sin embargo, ayunar no le cambiará a usted. Le ayudará a mantenerse más susceptible al Espíritu de Dios (…) que se relaciona directamente a nosotros, a nuestra necesidad de romper con las barreras y limitaciones de la carne…” Para quien no lo sabía aquí está el secreto.

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