Ser perfeccionista: ¿virtud o riesgo?

«El perfeccionismo nunca se sacia», especialista
¿Conoces a alguien que le aterra cometer errores, especialmente en el ámbito laboral? Pues bien, esto podría representar un problema, primeramente, para su desarrollo profesional y social. «Una persona que se exige de más, también lo hace con otras personas y, por ello, podría volverse alguien insoportable…», explica Marisa Navarro, psicoterapeuta.
Para algunos, ser perfeccionista es una virtud. La realidad es que dichos niveles de exigencia también afectan la salud, ya que pueden desarrollar ansiedad y frustración, pues por más grande que sea el esfuerzo, quien es así, siempre se quedará con un sentimiento de “pude haber hecho más”. «El perfeccionismo nunca se sacia», agrega Navarro.
No está mal ser trabajador, dedicado, responsable o hacer las cosas con calidad; el problema radica en ser cruel con uno mismo, atormentándose con el miedo a fallar. La especialista afirma: «el éxito está en el esfuerzo […], en disfrutar el camino». Además, añade que, si las cosas no cumplen con nuestras expectativas e, incluso, se comete un error, se debe tomar como una experiencia para crecer.
Concentrarse en el trabajo, dejando la obsesión a un lado, puede traer el resultado que se espera.
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Comenzó a trabajar y “dejó de quererla”

«Me casé a los 15 años, pensaba que todo iba a ser color de rosa, pero no. Al inicio, estábamos bien, pero cuando mi marido entró a trabajar en una empresa reconocida, empezó a salir con otras mujeres y a alcoholizarse. Conmigo ya no era cariñoso, al contrario, me decía que como mujer ya no valía nada, que sin él me iba a morir de hambre.
La vida dejó de tener sentido, así que pensé en matarme junto con mis hijos, pero no me atreví a hacerlo. Al poco tiempo, mi marido se quedó sin empleo y estuvo así durante diez años; tuve que trabajar para solventar los gastos que teníamos. Hubo veces que solamente comíamos una vez al día. Mi salud también estaba mal: tenía miomas y hemorragias.
El programa de televisión de la Universal fue el medio que Dios usó para mostrarme que había una solución. Fui, escuché la prédica y durante la oración me entregué al Señor Jesús. Esto permitió que surgieran cambios, tales como que mi esposo, en pocas semanas de asistir conmigo, encontrara un buen empleo que tiene hasta hoy. Además, cambió su forma de ser y renovamos nuestros votos.
Por mi parte, los padecimientos que tenía se me quitaron, vencí la tristeza que las malas experiencias del pasado me dejaron y nunca más vi la muerte como una solución. ¡Soy realmente feliz!» -María Cruz
(*) La asistencia espiritual no sustituye los cuidados médicos. Será el tipo de trastorno, su origen y el modo de ser de la persona los que configurarán la manera de orientar, en cada caso.
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