«¿Por qué Dios lo permitió?»

«¿Por qué Dios lo permitió?»

Por Dep. Web

La mañana del domingo 5 de octubre, durante el Santo Culto, el obispo Franklin Sanches abordó un tema muy importante: Cuando vienen las dificultades, ¿cómo actuamos ante de ellas? Muchos reaccionan usando el sentimiento, pero la Biblia dice que el corazón es engañoso y perverso. Por eso, «cuando una persona se deja llevar por lo que siente, termina estancada», comentó. En cambio, cuando uno decide conscientemente obedecer la voz de Dios, su vida es transformada.

Incluso, el Señor permite que enfrentemos determinadas situaciones, para que lleguemos a un límite y comencemos a usar la fe en lugar del sentimiento: si no surge un desafío, la persona se resigna y acepta su problema. Durante el encuentro, el obispo ilustró esta situación con la historia de un sabio y su discípulo.

Ellos fueron recibidos por una familia muy pobre que sobrevivía gracias a la leche de su única vaca. Al marcharse del lugar, el sabio ordenó a su discípulo empujar la vaca al abismo, donde murió. Años más tarde, cuando el discípulo regresó, descubrió que en lugar de la pobreza había prosperidad; aquel rancho ahora era una casa grande, con la tierra cultivada y una familia feliz. Consternado, el discípulo preguntó qué les había pasado. Entonces, el hombre de la casa le explicó que, tras la muerte de la vaca, no les quedó otra opción que buscar nuevos medios para sobrevivir, y con el tiempo prosperaron. Es decir, su tragedia los llevó a su límite y cambió sus vidas.

«A veces, el Señor hace lo mismo con nosotros», agregó el obispo. «Dios permite que pierda un trabajo porque mientras usted ya se había resignado a eso, Él quiere darle una empresa. O mientras que lamenta haber perdido a su pareja que le maltrataba, en realidad fue librado de un problema, y Él le quiere a dar un buen compañero», comentó.

La reacción de Ana

Ella fue una mujer que por años sufrió humillación y tristeza por no poder tener hijos. Lloraba, se victimizaba y hasta esperaba el consuelo de los demás, pero eso no cambiaba su vida (lee 1 Samuel 1:7-10). Sin embargo, su panorama se transformó cuando decidió levantarse y derramar su alma delante de Dios: «Pero Ana se levantó después de haber comido y bebió en Silo, y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en la silla junto al poste de la puerta del templo del Señor, ella, muy angustiada, oraba al Señor y lloraba amargamente» (1 Samuel 1:9-11).

Sí, llegó un momento en que Ana se hartó. «Ya no quería el consuelo de su marido, ¡quería una solución! Y ahí es donde entra la fe que se manifiesta cuando la persona se cansa», explicó el obispo. En lugar de buscar el consuelo, ella entregó su dolor en el Altar e hizo un voto con Dios. Al terminar, su semblante cambió, pues el primer milagro ocurrió en su interior. «Y la mujer se puso en camino, comió y ya no estaba triste» (1 Samuel 1:1-18).

Antes de que usted vea la solución de su problema en el exterior, tiene que ver la solución en su interior. Porque en el momento en que el Espíritu Santo entra en usted, le da la certeza. Sin embargo, mientras la persona no se derrame ante Dios, estará insegura, temerosa y preocupada. Tal vez usted está como Ana, con amargura; pero ese problema solo se va a resolver cuando se acerque al Altar de Dios. «Él no quiere su dinero, quiere su alma y toda su vida. […] ¿Qué es lo que todavía se resiste a darle? Si usted se entrega por completo, Él le da todo lo que usted necesita», finalizó.

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