«La enfermedad me estaba dejando muerta en vida» 

«La especialista me dijo que los miomas eran muy grandes, ya era necesario operarme. Tenía dolor, hemorragias y sentía una bola en el vientre. Tomaba remedios para controlar el sangrado, pero no me servía», contó Guadalupe Velázquez. Así como ella, miles de mujeres desarrollan estos tumores benignos alguna vez en su vida. 

Los miomas uterinos suelen ser asintomáticos. No obstante, en una cuarta parte de los casos puede haber sangrado anormal, dolor pélvico, aumento del volumen abdominal, anemia y/o infertilidad. Expertos de la Secretaría de Salud refieren que algunas de las pacientes requerirán medicación; pero aquellas con sangrado abundante o cuyos tumores sean de mayor tamaño precisarán de intervención. Solo que, si la hemorragia supera la velocidad de recuperación de glóbulos rojos, puede haber palidez, mareos y debilidad. 

«Mi corazón latía rápido, ya no comía y, por la anemia, me sentía débil y me veía pálida. Un especialista me dijo que, si no recibía sangre, podría darme un infarto en cualquier momento. Sentía tanto dolor y debilitamiento que no pude trabajar durante un mes». 

A su vez, Guadalupe estaba lidiando con el dolor de su alma: «Mi pareja había fallecido. Estaba deprimida, ya no quería vivir y tenía ganas de suicidarme». Y sin poder más, ella habló con Dios después de ver el programa de la Universal: «Le pedí que me ayudara y le prometí que iba a ir ahí. Al día siguiente, acudí con mi hermana; platiqué sobre mi problema y me orientaron a usar mi fe. Creí en la Palabra y en mi sanidad». 

Ella siguió buscando a Dios y, con el tiempo, notó algo diferente: «Antes me sentía muerta en vida; cuando me di cuenta, el sangrado había parado y ya no tenía el bulto en el vientre. Incluso recuperé las fuerzas, el apetito y el sueño. La tristeza también se fue yendo; hoy vivo feliz. Solo Dios es capaz de sanar todo, tanto el cuerpo como nuestra parte espiritual», finalizó.

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