Del polvo a una vida transformada

«De entre miles de millones de personas Dios se inclinó, lo miró a usted y lo trajo aquí», comentó el obispo Franklin Sanches al inicio del Santo Culto del pasado 12 de octubre. Y es que el Señor es muy grande, aun así, se humilla para mirarnos y ayudarnos. Está escrito:
«¿Quién es como el Señor nuestro Dios, que está sentado en las alturas, que se humilla para mirar lo que hay en el Cielo y en la Tierra? Él levanta al pobre del polvo, y al necesitado saca del muladar, para sentarlos con príncipes, con los príncipes de Su pueblo» (Salmos 113:5-8).
Durante la reunión, el obispo explicó que muchas personas están en el polvo, «es decir, llegaron a lo más bajo, al fondo del pozo, donde ya no hay con quién acudir. A pesar de ello, el Señor las elige, las levanta y las lleva hasta Su presencia para cambiar su situación».
Eso fue lo que sucedió con Ana, quien era estéril y durante mucho tiempo fue humillada por Penina, la otra mujer de su marido (lee 1 Samuel capítulo 1). Las humillaciones «no fueron de un día, una semana o dos años. La Biblia dice que Penina tenía varios hijos, y como Ana no los tenía, la hostigaba e irritaba». No obstante, cuando Ana decidió hacer una oración sincera, derramando su vida al Señor, Él la levantó.
«Tal vez usted lleva años soportando desprecios, escuchando cosas que le lastiman, le hacen a un lado, le tratan como poca cosa, hasta sus amigos le abandonaron. Pero Dios permite que uno llegue a ese punto para que comprenda que solo Él puede levantarlo», explicó.
El milagro más grande
El versículo continúa así: «Hace habitar en casa a la mujer estéril, gozosa de ser madre de hijos. ¡Aleluya!» (Salmos 113:9). «Él quiere hacer eso en su vida. A lo mejor no está viendo ninguna diferencia en este momento, pero Dios está preparando una obra magnífica. Sin embargo, el primer milagro en su vida no es la prosperidad económica, la sanidad física, la restauración de su matrimonio, etc. El milagro más grande sucede cuando el Espíritu Santo entra en usted. Ahí verdaderamente su vida cambia», dijo.
En el caso de Ana, después de orar y derramar su alma delante del Señor, la tristeza se acabó, ¿por qué? Porque el Espíritu Santo entró en ella, dándole la convicción de que las cosas iban a ser diferentes. Incluso, el apóstol Pablo habló sobre ello:
«Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros» (2 Corintios 4:7).
Los seres humanos somos frágiles como un vaso de barro, y dentro de esa fragilidad, Él coloca un tesoro incalculable. No se recibe por méritos personales ni por capacidades; las maravillas que Él realiza son por Su gracia y poder.
¿Qué hacer para tener una vida diferente? «Permitir que Él entre en su vida y que Sus manos lo moldeen. Cuando un vaso de barro se está formando, es necesario el fuego (el Espíritu Santo), para volverse firme y resistente. «Si usted quiere que Dios le levante del polvo, entonces, es necesario tener ese tesoro en su interior», concluyó el obispo.
Dios escucha la oración sincera, en la que la persona se entrega completamente como un vaso de barro en las manos del Alfarero.
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