“Por rendirle culto a la muerte, enfermé y perdí mi casa”

“Cuando mi padre murió, tuve que apoyar a mi mamá. Ella trabajaba y yo cuidaba a mis hermanos. Fueron muchos años con ese ritmo de vida, hasta que conocí a un muchacho y me fui a vivir con él; pero poco me duró el gusto porque no tardó mucho para que comenzara a golpearme y mejor preferí separarme.

Empecé a trabajar para sacar adelante a mis hijos. No obstante, era inexperta y esto me generó muchas humillaciones. Con el fin de mejorar mi condición, me hice adoradora de la muerte; sin embargo, esto me trajo más problemas: tuve un accidente, perdí mi casa, me enfermaba demasiado… esto sin contar los constan-tes tormentos espirituales que pasaba.

No quería un destino de infelicidad y por eso deseaba morir. Me hablaron del Centro de Ayuda Universal. En un principio me negué a ir, hasta que un día dije: ‘no pierdo nada’.

Al estar en la Presencia de Dios, primeramente, tuve paz, algo que veía imposible de alcanzar ante tanta desgracia. Fui constante en las reuniones, tomé en serio los propósitos de fe, no fallaba con mis promesas a Dios, además oraba y seguía los consejos de la Biblia. De esta manera, pude transformar mi panorama crítico en una realidad donde hay felicidad.

Aunque alcanzar las bendiciones no es fácil, vale la pena el esfuerzo. Puedo comprobar esto al dar a conocer que ahora estoy casada con un hombre que realmente me ama, me respeta y me es fiel. Mis hijos se han convertidos en buenos padres de familia. Económicamente estoy bien, ya que tengo una casa propia, un auto, mi negocio es próspero y ya no hay más tormentos espirituales porque ahora el Espíritu de Dios está conmigo”, Cecilia Zaragoza.

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