El consumo excesivo de estos aditivos alimentarios se asocia a ciertos padecimientos

Puede ser que, en algún comercial televisivo o en una propaganda callejera, hayas escuchado o leído la frase «sin colorantes ni conservantes artificiales» cuando de anunciar un alimento se trata. En otras palabras, eso en teoría, debería significar que son productos que no contienen aditivos alimentarios, que son sustancias que se añaden para mantener su frescura, sabor, textura o aspecto. Para tener mayor certeza de lo anterior, en realidad, más que guiarte por el eslogan, se aconseja que leas la etiqueta completa.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el uso de los aditivos está permitido si no representan un riesgo para la salud de los consumidores. «La seguridad de un producto depende de que no sobrepase los límites de seguridad dictaminados por la OMS y la FAO», afirma M. Carmen Vidal, Catedrática de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Barcelona.
Pese a esto, el consumo excesivo o no de ciertos aditivos químicos ha preocupado a los científicos por sus repercusiones a largo plazo, pues la mayoría de ellos son cancerígenos. Entre esa lista están:
- Tartrazina: se encuentran en golosinas, bebidas y alimentos horneados. Podría causar hiperactividad, en los más pequeños, y cáncer.
- Butilhidroxianisol: se usa como conservador en cereales, chicles y papas fritas. Algunos experimentos con animales revelaron que se asocia con el desarrollo de tumores.
- Glutamato monosódico: Uno de los principales ingredientes en polvos o cubos de consomé y una sal muy usada en alimentos procesados. Aumenta la sensación de hambre.
- Galato de propilo: por lo regular, se encuentra en la mayonesa, carne seca, sazonadores de sopa y chicles. Se cree que sea el motivo de problemas de fertilidad, desarrollo y aparición de algunos tipos de cáncer.
- Nitrito de sodio: comúnmente usado para conservar y colorar carnes, como el tocino, jamón, salchichas…
- TBHQ: puede encontrarse en galletas, papas fritas y en cierta comida rápida. El alto consumo puede ocasionar náuseas, vómito, zumbidos en los oídos, delirios, sensación de sofocación y desmayos.
- Dióxido de silicio, sílice y silicato de calcio: debido a que tiene orígenes naturales, es poco riesgoso. Sin embargo, un estudio realizado con ratas, reveló que podría ocasionar problemas en el pulmón, así como enfermedades cardiovasculares. Se encuentra en sopas secas, en cremas para café y otros alimentos en polvo.
Ante esta problemática, la OMS recomienda a las autoridades de cada país que controlen la presencia de aditivos en los alimentos. Del mismo modo, a los consumidores se les recomienda revisar detenidamente las etiquetas de los productos que adquieren para hacer una mejor elección y evitar perjuicios.
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