¿Dónde está la sinceridad?

En lugar de decir: “No sé por qué mi vida no cambia”.
Podríamos ser sinceros diciendo: “¡Yo soy un incrédulo y desobediente y por eso mi vida no cambia!”
En vez de decir: “Mi mayor defecto es ser perfeccionista, detallista o querer hacer todo”. Deberíamos decir: “¡La verdad es que soy molesto, egoísta, envidioso, de mal genio, desconfiado y orgulloso!”
Para qué perder tiempo diciendo: “No sé por qué engordo. Casi no como”.
Es mejor decir la verdad: “Yo como mucho lo que no debo y odio ejercitarme. ¡Soy perezoso, por eso engordo!”
Por qué la ceguera de decir: “Mi esposo (a) me traiciona, me humilla, me agrede, pero él/ella tiene un buen corazón”.
El peor ciego es el que no ve. Admítalo: “Me casé mal. Oí mí corazón y ahora tengo que cambiar esa situación”.
Y la peor de todas es: “No sé por qué sufro tanto. Soy una buena persona. No le hago daño a nadie”.
Mientras la humanidad intenta esconder lo que realmente es, dando malas excusas para no reconocer que el arma del diablo está dentro de nosotros mismo, nunca, jamás, conoceremos la VERDAD. Y nunca seremos verdaderamente libres.
Hablamos de defectos pequeños para no exponer la gigantesca HIPOCRESÍA que nos condena. Seamos sinceros. ¿Cuál es una herida más expuesta en el cuerpo de un leproso?
Por Bianca Carturani
Santo Culto – Rendirse para vencer
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