Una reunión. Un propósito. Un arma que no falla
«Duré siete años en los vicios. Perdí empleos y oportunidades de crecer, parecía que en lugar de avanzar, iba como el cangrejo: hacia atrás. Tuve problemas de salud como gastritis y colitis. Creí que cuando yo quisiera los podía dejar… ¡que equivocado estaba!», contó Cristian Ramírez, uno de los tantos asistentes del Propósito de fe en Contra de los Vicios.
Cada domingo, a las 3 de la tarde, inicia en el Templo de los Milagros esta reunión dedicada a todas las personas que tienen algún tipo de vicios. Son miles de personas las que se dan cita para buscar la salida a ese mundo de tormento.
«El vicio es un espíritu, y ese espíritu desgraciado es el que lleva a la juventud a la muerte prematura. Lo que lleva a la nación a la destrucción. Y porque es un espíritu, solo el poder de Dios es capaz de arrancarlo, de neutralizarlo», explica el obispo Macedo.
Para el obispo, por más que la persona tenga ganas de dejar las adicciones, la única herramienta capaz de combatirlas es la fe en Dios. Cristian lo confirma: «Solo en la Universal encontré la solución y supe lo que era ser feliz sin tomar. Ya no soy adicto ni estoy enfermo. La paz que Dios me dio, reemplazó lo malo», finalizó feliz por abandonar el vicio, pues hasta la fecha, no ha recaído.
Quizá, has intentado anexarte, internarte o aislarte y, aunque por algún tiempo logras dejar la adicción, tarde o temprano regresa. No sabes qué hacer y crees que no hay salida.
Calma, no importa cuánto tiempo lleves con ese vicio, ya sea un año, dos, 10 o 30, si te acercas a Dios y usas la fe inteligente, podrás librarte de todo el mal.
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«Durante 7 años me drogué todos los días»
«Conocí las drogas por mis compañeros de la escuela. Con tal de permanecer entre ellos y para que me aceptaran, probé el cristal, la cocaína, los hongos alucinógenos, el peyote, el hachís y el diazepam. Después, durante siete años, consumí diariamente la marihuana, la piedra, el alcohol y el tabaco.
Las consecuencias de mis actos no tardaron en aparecer, pues tuve una sobredosis y casi terminé en el reclusorio por acusación de narcomenudeo.
Para ese entonces, mi madre ya acudía a la Universal. Con amor, me explicó que había una salida para mí si me entregaba sinceramente a Dios. Creí en sus palabras, pues ella ya había obtenido algunos milagros. Un día, visité ese lugar y, mediante una oración de fe, le pedí a Dios que me ayudara a dejar las adicciones. Sí me escuchó, puesto que fui perdiéndole el gusto a las drogas hasta dejarlas.
Me volví un hombre responsable. De hecho, me casé con una mujer que comparte mi fe y tengo una hija maravillosa con ella. Tengo familia, un hogar, estoy libre de adicciones y Dios me ayudó a encontrar trabajo.» -José Antonio
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