«Una infidelidad detonó mi odio y venganza»
Si hay algo que las personas con pareja no quieren atravesar es una infidelidad. No solo resulta doloroso descubrir que aquel a quien amas a traicionado tu confianza sino también está la vergüenza y humillación que sufren a raíz de eso.
Después del llanto y la tristeza muchas personas empiezan a experimentar sentimientos de rencor, odio y deseos de venganza, principalmente si aquel que fue infiel decidió abandonar a su pareja. Además, si a esto le sumamos que él o ella aparente ser feliz y exitoso, mientras que la otra persona se ve ahogada por los problemas que ya tenía previamente a la infidelidad, se convierte en una bomba a punto de explotar.
El obispo Edir Macedo en su libro más reciente señala que en los días de hoy es popular hablar del odio y la venganza en libros, películas, canciones, etc., como si hubiese una cierta libertad y hasta aprobación en dichas acciones, trayéndolos a la cotidianidad de la vida sin censura alguna.
«En las relaciones, entonces, es casi unánime devolver una traición con otra traición. He oído historias de mujeres que quedaron tan furiosas cuando se enteraron de la infidelidad de su pareja, que lo traicionaron con la primera persona que vieron frente a ellas. Algunas lo mantuvieron en secreto, saboreando la venganza en sus corazones, mientras que otras hicieron pública su infidelidad. Su deseo de venganza se volvió más fuerte que los principios familiares, el riesgo de involucrarse con alguien de carácter dudoso e incluso de comprometer su propia salud», comenta.
No obstante, también destaca que, aunque no sea una tarea sencilla, es posible superar una infidelidad a través del perdón. Sí, parece una locura lo que señala el obispo porque el corazón grita por vengarse, pero cuando la persona saca el veneno que se albergó en su corazón a través de los malos sentimientos, puede darle vuelta a la página.
Así fue en el caso de Mariela Ortiz: «Me fui de mi casa para irme a vivir con un hombre 30 años mayor y después de 10 años juntos, me enteré de que me era infiel. Defraudada, herida y con odio, solo pensaba en vengarme y verlo destruido. Incluso, en mi interior tenía un fuerte deseo de que se muriera. Muchas veces pensé en mandar a que lo golpearan; quería que le fuera horrible y verlo arrastrándose como un perro.
Yo ya conocía la Universal; ahí me orientaban a la luz de la Palabra de Dios que yo necesitaba perdonar, pero yo sentía que no podía hacerlo porque me dejó por una señora 20 años mayor y eso me pegó en mi autoestima. Esto empeoró después de que me enfermé y un especialista me recomendó que buscara a un hombre que me mantuviera, que eso era lo que me hacía falta. Deprimida y sintiéndome un fracaso como mujer, intenté quitarme la vida.
No fue fácil liberarme de esos malos sentimientos, pero yo me aferré a Dios. Acudiendo a las reuniones entendí que yo también había cometido errores y quería ser perdonada. Además, también comprendí la importancia de tener el Espíritu Santo en mi vida y supe que eso era lo que necesitaba. Por ello, aunque me costaba mucho trabajo perdonar, sabía que era necesario liberar mi corazón de ese peso para, así, recibir la plenitud de Dios en mí. Ahora todo cambió: desaparecieron los deseos de morir, mis enfermedades y logré perdonar a quien me dañó. El Espíritu Santo es el amor de mi vida, tenerlo es mi mayor felicidad».
Sin duda en la época en la que vivimos perdonar no es lo más normal y hasta parece tonto, pero no para aquellos que desean tener paz en su alma, ya que, a través de la fe aliada con su inteligencia, obtendrá el alivio que necesita, pues como comenta el obispo Macedo: «Perdonando a quienes nos han ofendido y renunciando al deseo de venganza, nos volvemos como nuestro Señor y vencemos el mal con el bien».
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