¡Todo nuevo!

«Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad, comed; esto es Mi cuerpo» (Mateo 26:26).

El Señor Jesús no les dio a Sus discípulos un simple pedazo de pan, sino Su propio cuerpo. ¿Qué significado tiene? Durante el Santo Culto del domingo 9 de noviembre, el obispo Franklin Sanches enseñó que la Santa Cena fue establecida para que no olvidemos que Él se entregó por nosotros, y así quiere que nos entreguemos a Él, para bendecirnos con el cumplimiento de Sus promesas.

Sin embargo, muchos no quieren entregar su vida, quieren seguir con esa vida vieja, compartiéndola con el pecado o con sus propios intereses, por eso no reciben lo que Dios prometió. «¿Usted se casaría con alguien y permitiría que su pareja tuviera a alguien más?», preguntó el obispo. «Cuando uno se entrega por completo, quiere que su pareja también lo haga», lo mismo sucede con el Señor.

La mayor entrega

En el Getsemaní, Jesús vivió una de las batallas más fuertes que el ser humano tiene consigo mismo: entregarse por completo. Él no comenzó a morir en la cruz, sino en el Getsemaní, cuando empezó su separación del Padre: «Padre Mío, si es posible, que pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras» (Mateo 26:39). Jesús no pidió que se evitara Su muerte, lo que no quería era tener que separarse del Padre. No obstante, llevó sobre Sí los pecados de toda la humanidad, y el pecado provoca esa separación. «Así como Él, nosotros también tenemos que negar nuestro “yo” para hacer la voluntad de Dios. Eso es un sacrificio diario», explicó.

«Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: Bebed todos de ella; porque esto es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados» (Mateo 26:27-28).

Antiguamente, para sellar una alianza, un animal era sacrificado. Después de que lo partían, rociaban su sangre en medio y quienes hacían el pacto se colocaban ahí y se tomaban de las manos, simbolizando que, si uno no cumplía, el otro podía tomar su vida. Pero cuando Jesús estableció el nuevo pacto, les dio a las personas la posibilidad de entrar en alianza con Él (algo que antes solo podía hacer el pueblo de Israel). «Ahora, en Cristo, tenemos derecho a eso, y cuando bebemos de la copa de la Santa Cena estamos confirmando que toda nuestra vida le pertenece».

¿Por qué es importante?

Cuando uno entiende la grandeza de tener un pacto con Él y lo hace, suceden cosas nuevas en su vida. Incluso, para recibir Su presencia, que es el Espíritu Santo, es necesario entregarse en esta alianza.

«Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el Reino de Mi Padre» (Mateo 26:29).

Él no dijo: «cuando lo beba de nuevo», sino «cuando lo beba nuevo». Eso es porque Dios no repite ni remodela nada, más bien, hace nuevas todas las cosas. Asimismo, cuando uno se entrega a Jesús necesita dejar las malas costumbres o hábitos para ser un nuevo hombre. ¿Y cómo hacer que todo eso ocurra? Solo el Espíritu Santo puede hacerlo. Es decir, su cuerpo puede envejecer, pero el Espíritu de Dios mantendrá renovado su interior, dándole disposición, ánimo y alegría. Si decía con pesar: «tengo que ir de nuevo a la iglesia o tengo que participar de nuevo en la Hoguera Santa», Él cambia esa perspectiva, y le hace ver todo diferente.

Tal vez ha notado que su vida, su matrimonio o hasta su empresa envejecieron, ¡pero pueden ser nuevas a través del Espíritu Santo! El Señor Jesús nos propuso tener una alianza con Él a través de Su sacrificio, ¿usted acepta entregarse a Él? Si está cansado de lo viejo, de su carácter peleonero, de no lograr perdonar y de las tristezas y fracasos, puede decirle: «Dios quiero que me hagas nuevo», y al ver su sinceridad, el milagro sucederá.

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