Su alma ya tiene dueño, ¿es el correcto?
Lo que Dios le dio al ser humano es algo valioso: el poder de elegir. Cuando una persona decide ir a la iglesia, por ejemplo, ni siquiera el diablo puede impedírselo. De acuerdo con lo que enseñó el obispo Franklin Sanches el pasado 3 de octubre, a eso se le llama libre albedrío.
«Usted decide qué hacer, escoge la ropa que trae puesta, elige a la persona con la que se casó o casará… Es el poder de la elección. Pero, que le vaya bien o mal depende de lo que usted decida», explicó.
Mientras viva, puede elegir lo que hará o lo que quiere hacer con su vida. «Es lo mismo con relación a la vida eterna. Usted decide si se va con Cristo o al infierno. Dios no elige por nosotros ni predestina a nadie, se trata de su propia decisión. Pues la de Él es salvar a todos, por eso envió a Jesús para que muriera en la cruz, pagara por nuestros pecados y, así, fuéramos salvos» agregó.
Sin embargo, este poder de decisión es solamente en esta vida. Porque después de morir ya no se puede hacer nada. Cuando llega ese momento, su alma ya tiene dueño. ¿Y quién es? Aquel a quien sirvió en vida.
Si no quiso estar con Cristo en vida, no estará con Él después de la muerte por haberlo rechazado. Es lo que el Señor Jesús enseña en la historia del rico y Lázaro:
«Había cierto hombre rico que se vestía de púrpura y lino fino, celebrando cada día fiestas con esplendidez. Y un pobre llamado Lázaro yacía a su puerta cubierto de llagas, ansiando saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; además, hasta los perros venían y le lamían las llagas. Y sucedió que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico y fue sepultado. En el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio a Abraham a lo lejos, y a Lázaro en su seno.» (Lucas 16:19-23).
Con base en lo anterior, el obispo detalló que, después de morir, la situación de estos dos hombres se invierte: «Eso no significa que una persona rica se va al infierno y una pobre al cielo. Nadie es salvo a causa de su condición económica, sino por la elección que tomen. La salvación viene por la fe en el Señor Jesús».
En cambio, vea la situación de quien tiene un lugar en el infierno: vive en tormentos. Quién mejor que Jesús para hablar sobre eso. Ningún profeta conocía ese lugar, solo Él porque lo creó. Sin embargo, recuerde que el infierno no fue creado para el ser humano, sino para el diablo y sus demonios.
Para el ser humano Dios creó el paraíso. Ahí fue en donde colocó a Adán y Eva. Pero, a pesar de estar en él, el hombre eligió no obedecer y salió del paraíso.
Todas sus elecciones tendrán consecuencias. La misericordia de Dios se extiende a usted mientras está con vida para intentar salvarle. Después de eso, no se puede hacer nada más. Lamentable o afortunadamente, todos tienen la oportunidad, pero no todos saben aprovecharla:
«Pero Abraham le dijo: “Hijo, recuerda que durante tu vida recibiste tus bienes, y Lázaro, igualmente, males; pero ahora él es consolado aquí, y tú estás en agonía. Y además de todo esto, hay un gran abismo puesto entre nosotros y vosotros, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros no puedan, y tampoco nadie pueda cruzar de allá a nosotros”. Entonces él dijo: “Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, de modo que él los prevenga, para que ellos no vengan también a este lugar de tormento”. Pero Abraham dijo: “Ellos tienen a Moisés y a los profetas; que los oigan”» (Lucas 16:25-29).
Piense en esto, si hoy fuera su último momento, ¿cuál sería el destino de su alma? Una vez que muere, se acabó. Los demás no pueden decidir por usted, ni siquiera se trata de pensarlo o esperar, porque el mañana puede no existir para ninguno de nosotros.
Por otro lado, todos quieren ser salvos, pero no todos quieren pagar el precio de la salvación. Ese precio es la obediencia, sacrificar su voluntad, el pecado, todo lo que se opone a Dios; necesita cuidar su salvación a cada instante.
«No desperdicie esta oportunidad, para que, cuando llegue el momento de cerrar los ojos al morir, los abra en el seno de Abraham», refirió el obispo para finalizar.
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