Solo el 25 % de los universitarios concluye sus estudios

En el país, solo el 25 % de los universitarios concluyen sus estudios, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Se cree que uno de los factores principales que lleva a los jóvenes a desertar de los estudios son los vicios emocionales a los que llegan a enfrentarse.

«Las justificaciones son varias, entre ellas están “necesito tiempo” y “si mi tristeza se calma, lo seguiré haciendo”», explica Jesús Castillo, catedrático del departamento de Psicología de la división de Ciencias de la Salud de la Universidad de Monterrey (UdeM).

No obstante, la falta de recursos, embarazos no deseados, violencia y adicciones también integran la lista de las problemáticas que obstaculizan los estudios y, por ende, los sueños de gran parte de la juventud.
«Con constancia, organización y planificación se puede educar a la fuerza de voluntad», finaliza Castillo.

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«Iba bien en la escuela… hasta que tuve problemas en mi casa»

«Cuando iba a la universidad, pensé que tenía todo. Pero, una vez que culminé la licenciatura y tuve que enfrentarme a la vida cotidiana, me di cuenta que estaba muy equivocada. Mi realidad era: vivir en un hogar disfuncional y pleitos con mis padres. Mi madre se desquitaba conmigo y con mis hermanos de todo lo que mi papá le hacía.

Esto provocó que yo no quisiera llegar a la casa, por eso me la pasaba en las calles hasta tarde. Allí, conocí personas que eran mucho mayores, ellas me enseñaron a tomar. Académicamente iba bien, pero los problemas en mi familia sí me afectaron, pues unas veces estaba en casa de mi mamá, otras en la de mi papá, y no dormía bien ni comía correctamente. Llegué a pesar alrededor de 45 kilos.

Mi hermano, quien no podía conciliar el sueño por la esquizofrenia, vio el programa de la Universal. Comenzamos a ir y, al ver el cambio en el carácter de mis familiares y que él sanó, me dio ánimo para seguir luchando y obtener respuestas. El matrimonio de mis padres es distinto, se respetan y aman. Somos una familia feliz.

Ahora ya no recurro a personas o prácticas que me dañan, pues entendí que mi cuerpo le pertenece a Dios y debo cuidarlo. En lo económico me va bien: trabajo en una buena empresa y he viajado a varios lugares. Hasta hoy, Él no me ha fallado.» -Karen Hernández