Si Él está ahí, se nota
Muchas personas entran a la iglesia, pero eso no significa que entraron en el Reino de Dios. El obispo Franklin explicó, al inicio del Santo Culto del 22 de septiembre, que se trata de dos cosas muy diferentes. «Entrar a la iglesia es fácil, pues no hay cuotas, a nadie se le pide algo para entrar. Incluso, recibir un milagro tampoco es difícil, pues para que suceda solo se necesita tener fe. Entonces, ¿cómo saber si una persona entró al Reino de Dios?».
En Lucas 17:11, la Biblia relata que diez leprosos fueron hacia Jesús para que los limpiara de su enfermedad: «Cuando Él los vio, les dijo: Vayan y muéstrense a los sacerdotes. Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios. Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta voz. Cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, y le dio gracias».
De las diez personas, solo una de ellas regresó para agradecerle a Dios, y solo él fue salvo. Es decir, los otros nueve fueron sanados, pero no entraron en el Reino de Dios. «Por lo tanto, cualquier persona puede entrar a la iglesia y obtener beneficios, pero hay algo que ella no recibe solo por entrar a la iglesia: la paz interna. Tal vez hasta siente tranquila mientras está dentro del templo, pero cuando sale del lugar esa sensación se va. En cambio, cuando entramos al Reino de Dios, la evidencia es que uno tiene paz interior, ya no hay ansiedad, depresión ni angustia. Esa es la diferencia, la razón por la que algunos cambian de vida y otros no, porque Dios no hace excepción de personas», explicó el obispo.
De la oscuridad a la luz
En el libro de Mateo 4:12-13 se encuentra algo muy interesante: «Cuando Él oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea; y saliendo de Nazaret, fue y se estableció en Capernaúm…».
Es muy importante que comprenda esto: cuando Jesús está presente, se nota. Es imposible que alguien Lo tenga en su vida y viva siendo depresivo, desequilibrado o agresivo. El obispo dijo que «si usted afirma que tiene a Jesús, pero se encuentra de esa manera, se está engañando a sí mismo. Mientras uno siga engañándose, perderá su tiempo, es mejor asumirlo: “yo no tengo la presencia de Dios, entonces voy a buscarlo”. Y si Lo busca, Lo encontrará y tendrá una experiencia con Él. No importa quién haya sido usted o los errores que cometió, a Dios le gusta la sinceridad».
«… fue a vivir en Capernaúm, que está junto al mar, en la región de Zabulón y de Neftalí; para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo: ¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo asentado en tinieblas vio una gran Luz, y a los que vivían en región y sombra de muerte, una Luz les resplandeció.» (Mateo 4:13-16).
Cuando el Señor Jesús llegó a habitar esa región, el lugar resplandeció. Es por eso que «la persona puede estar viviendo en las tinieblas, pero cuando Jesús entra y habita en ella, Su luz resplandece y es evidente. Inclusive, esa persona puede seguir teniendo problemas, pero estos están fuera, no en su interior, porque en el interior está la presencia de Dios», comentó.
Por ejemplo, en aquel momento Galilea era considerado como el lugar más despreciado, por eso es que cuando dijeron que Jesús vino de Galilea, uno de los sacerdotes dijo: «¿de Galilea puede venir alguna cosa buena?». No obstante, fue justamente en aquel pueblo que nadie valoraba, en el que la Luz resplandeció.
El capítulo continúa: «Desde entonces Jesús comenzó a predicar: Arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos se ha acercado.» (Mateo 4:13-16).
Tal vez en este momento se pregunta cómo entrar en este Reino, la respuesta es: arrepintiéndose de la vida que hasta ahora ha tenido, confesarle sus pecados al Señor Jesucristo, abandonar todo lo que está equivocado y entregarse a Él; cuando toma esta decisión, la Luz de Dios no tarda en resplandecer en su vida.
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