¿Seguir escondiéndose o asumir lo que uno realmente es?

¿Por qué para algunas personas es muy difícil cambiar? Por más que prometen no volver a cometer los mismos errores —y muchas veces juran con sinceridad—, no logran controlar sus impulsos. Saben que lo que hacen está mal, que incluso dañan a quienes están a su alrededor, pero terminan repitiendo los mismos patrones. ¿Por qué pasa esto?

El pasado domingo 1 de junio, el obispo Franklin Sanches explicó que esa dificultad no se resuelve con fuerza de voluntad, ni con buenos consejos. Lo que realmente transforma a una persona es el milagro del nuevo nacimiento que solo el Espíritu Santo puede realizar. «Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es», recordó el obispo, citando el diálogo entre Jesús y Nicodemo en el capítulo 3 del evangelio de Juan.

El obispo abordó una realidad muchas veces incómoda, pero evidente: existen personas dentro de la iglesia que siguen siendo dominadas por los mismos errores de antes. Aunque asisten, oran y conocen la Biblia, no consiguen cambiar. ¿Por qué? Porque, como Nicodemo, todavía no nacieron del Espíritu. «Son personas que frecuentan la iglesia, conocen la Palabra… pero no pertenecen al Reino de Dios», afirmó el obispo.

Este fenómeno, explicó, no es nuevo. Ya ocurría en los tiempos de los apóstoles, y Jesús lo dejó claro: «el que no nace de nuevo no puede ver el Reino de Dios» (Juan 3:3). Es decir, mientras la persona no pase por la experiencia del nuevo nacimiento, no podrá entender ni vivir según los valores del Reino de Dios. «El nacido de la carne no consigue entender las cosas espirituales», enseñó.

El caso de Nicodemo —un hombre influyente, conocedor de la ley, pero que buscó a Jesús de noche— ilustra a quienes tienen vergüenza de confesar su fe. El obispo señaló que muchas personas, al igual que él, no han asumido la fe.

Cambiar verdaderamente no es cuestión de querer mejorar algunos aspectos de la conducta. Es recibir una nueva naturaleza. «Solamente la Palabra de Dios y el Espíritu Santo pueden transformar la naturaleza humana», afirmó el obispo. La Palabra limpia, convence del pecado y despierta el deseo de abandonar los errores. Pero es el Espíritu Santo quien le da a la persona una nueva vida.

Este proceso, explicó, no es una mejora superficial, sino un cambio de carácter, de pensamientos, de reacciones. «Cuando el Espíritu Santo viene sobre la persona, transforma la manera de ser, pensar, actuar, portarse, hablar… le da a la persona la mente de Cristo», enseñó. Y ese cambio se nota: la familia lo ve, los amigos lo perciben. Ya no hay vergüenza de decir: «soy de Jesús», porque ahora hay certeza, hay paz y hay una nueva identidad.

Ese es el milagro de la regeneración: cuando alguien muere para sí mismo y comienza a vivir sujeto a la voluntad de Dios. «No es de la noche a la mañana, es un proceso, pero es un proceso continuo», explicó el obispo, y añadió: «así, el Espíritu Santo me va dando la imagen de Dios».

Al concluir, recordó que nacer de nuevo es una transformación real. Quien nace del Espíritu deja de repetir los mismos errores porque ya no vive según su antigua naturaleza. Vive, por fin, como ciudadano del Reino de Dios. Y como dijo Jesús: «Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y las demás cosas serán añadidas» (Mateo 6:33). Quien entra en ese Reino, nunca más será igual, porque Él la llena de vida y nada le quitará la alegría, y a donde sea que vaya, transmitirá felicidad a todos los que le rodean.

Por eso, el Señor Jesús dijo que nacer de nuevo no es una opción, sino una necesidad (Juan 3:7).

También lee: El primer requisito para ser ciudadano del Reino de Dios