Sabor amargo y boca seca podrían indicar diabetes
Despertar con la boca seca y con sabor amargo puede ser normal para algunas personas. Sin embargo, especialistas advierten que podría ser el indicador de alguna enfermedad que va desde padecimientos bucales hasta diabetes.
Entre esos padecimientos podrían estar:
Hepatitis, hígado graso o cirrosis
Cuando el hígado no está funcionando correctamente, el cuerpo comienza a acumular elevadas cantidades de amoníaco, una sustancia tóxica, que normalmente es transformada en urea por el hígado y eliminada por la orina. Los niveles aumentados de esta hormona provocan una alteración del gusto, semejante al pescado o a la cebolla.
Cetoacidosis diabética
La cetoacidosis es una descompensación de la diabetes mellitus tipo I, en que la falta de glucosa en las células y su acumulación en la sangre por la falta de insulina. Debido a la gran cantidad de cuerpos cetónicos que comienzan a acumularse en la sangre, el pH sanguíneo disminuye, causando el surgimiento de algunos signos y síntomas como sabor amargo en la boca, sed intensa o boca seca.
Reflujo gastroesofágico
El reflujo ocurre cuando el contenido del estómago consigue llegar hasta el esófago, después de comenzar la digestión, transportando el ácido hacia la boca, lo que le deja un sabor amargo y hasta mal olor.
«Era diabética y esta enfermedad estaba acabando conmigo»
«Cada mes estaba en mi cita con el médico para llevar un control de la diabetes. Diariamente debía ingerir fuertes dosis de medicamento, para que la enfermedad no generara mayores estragos en mi salud.
El no tener un control de mi azúcar me generaba otros desajustes como elevados niveles de triglicéridos, la presión arterial alta y un desorden en los niveles de colesterol… Era muy feo estar así porque me sentía mareada, con cansancio, débil y, por esta situación, mi carácter era irritable.
Sentí que era una carga para mi familia, ya que económicamente también nos afectó, pues seguido comprábamos medicamentos. Aunque a veces pensaba que el esfuerzo era en vano, porque seguía con los malestares.
Sin embargo, mis problemas de salud no fueron eternos. Llegué a la Universal y aquí supe que el Señor Jesús se había llevado nuestras enfermedades; en base a eso usé mi fe. Pedía por mi sanidad y siendo constante en las reuniones de los martes, además de obediente a la Palabra de Dios, tuve el milagro: sané de la diabetes.
Actualmente gozo de un perfecto estado de salud, no siento malestar alguno y la economía de la familia está estable. Gracias a Dios, nada nos falta.» -Gonzala Cornejo
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