Redención eterna
«Pero cuando Cristo apareció como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna.» (Hebreos 9:11-12).
La sangre de los animales fue válida por un tiempo y simbolizaba la de Aquel que habría de venir para ser el Redentor, pues los animales no fueron los sacrificios perfectos para cubrir los pecados de la humanidad. Por eso Dios ofrendó a Su Hijo para derramar Su Sangre Pura para redimir a los hombres y hacer de ellos Su Morada, a través del Sello del Espíritu Santo, el pasaporte de entrada para el Reino de los Cielos.
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