¿Quiénes son los fariseos del siglo XXI?

Dentro de la iglesia, ellos son siervos aparentemente fieles. Fuera de ella, son personas sin el carácter de Dios. ¿Usted ha actuado así?

“¿Quién es usted cuando nadie le ve?”, esta pregunta nunca fue tan necesaria como hoy en día. Esto es porque, en Brasil, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), el número de cristianos que dicen ser evangélicos han aumentado año tras año en el país —al punto de que los cálculos señalan que la mayoría de la población será evangélica a partir de 2020. Y en México, según los datos del año 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 8% de la población total es protestante. Pero, lamentablemente, no todos los que dicen ser cristianos han honrado las Santas Escrituras como deberían.

Podemos observar a algunas personas que derrochan santidad en los templos, pero fuera de ellos actúan como si no conocieran a Dios. Es como dice el dicho “cantidad no significa calidad”, es decir, no sirve de nada decir que es de Dios si sus conductas no comprueban eso.

Es cada vez más común ver a obreros, evangelistas y miembros que, cuando están en las iglesias, están de acuerdo con todo lo que está en la Biblia, pero cuando están lejos de ellas, en el trabajo, por ejemplo, tienen actitudes completamente diferentes de lo que dice la Palabra de Dios.

En la práctica, no dudan en mentir para intentar impulsar sus negocios, participan en conversaciones que blasfeman de la fe, aceptan la cercanía indebida de las personas del sexo opuesto, le falta al respeto al cónyuge, frecuentan lugares que desagradan a Dios, etc.

Otros, cuando están “solos” frente a sus celulares o televisiones, ven imágenes o fotos inadecuadas, conversan con quien no deberían, le omiten información a su pareja y llegan a traicionarlo —ya sea en los pensamientos, virtualmente y/o personalmente.

No sea como los hipócritas

Podemos decir que ellos son “los fariseos del siglo XXI”. ¿Se acuerda de ellos? En los tiempos del Señor Jesús, los fariseos eran muy apreciados por el pueblo porque, delante de él, se mostraban como “hombres de Dios”, pero, en su gran mayoría, eran hipócritas.

“Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro?” (Lucas 11:39-40).

El Señor Jesús les dijo más a los fariseos: “Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.” (Mateo 23:13-14).

Ahora, la pregunta es: ¿cuál es la diferencia de los fariseos de aquella época y de las personas que levantan el pecho para decir que son “hijas de Dios”, pero actúan igual —o incluso peor— que los que se burlan del Altísimo?

Ninguna. Y tener una persona así en el medio cristiano es peligroso por dos motivos: la persona se engaña a sí misma y perjudica, con su mal testimonio, el acto de ganar almas porque, a final de cuentas, ¿en qué se diferencia ella de las demás personas que se burlan de la fe?

¿Y usted sabe qué dice Dios al respecto de quien menos aprecia la fe? “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” (Apocalipsis 3:15-16).

Es difícil imaginar esta escena: Dios sintiéndose tan disgustado de alguien que termina vomitándolo, pero es exactamente así como Él describe lo que hará con los tibios y los falsos en la fe. Aquellos que dicen ser sus “hijos”, pero adoran vivir con un “piecito” en el mundo.

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Aún hay tiempo para cambiar

Si usted se identificó con lo que leyó, despierte mientras haya tiempo, porque Dios ve todo, realmente todo, y conoce los deseos más profundos de su corazón. No espere perder el matrimonio, el empleo o la salud para entender que sus actitudes están atrayendo al diablo de nuevo a su vida. No espere que lo peor suceda para abandonar lo que usted considera “pequeñas prácticas mundanas” que “nadie ve”.

“¿De qué sirve que la persona ofrezca millones o miles de millones de reales en el Altar, pero continúa con su vida pecaminosa? Muchas personas presentan sus sacrificios y conquistan bienes materiales, pues Dios no le debe nada a nadie, pero sus vidas espirituales no cambian, pues están en pecado. Viven un falso cristianismo”, alerta el obispo Edir Macedo.

Él revela que actuar así es intentar unir la fe con la injusticia, mantener un pie en el mundo y otro en la iglesia. Las personas con esas características se meten en problemas, ya que no se le puede esconder nada al Altísimo. Pero el obispo dice que es posible cambiar cuando existe la humildad de reconocer la verdadera condición: “la persona puede estar viviendo en ese error, pero si es sincera y deja de fingir ser cristiana y quiere recomenzar desde cero, Dios, en Su infinita misericordia, le da la oportunidad para que ella sea salva”, declara.

Uno de los primeros pasos es ser sincero. Y, a partir de entonces, obedecer a Dios en todos los momentos y lugares (principalmente cuando nadie le está viendo). Es necesario intentar entender su Palabra, sentir placer en orar, conversar con Él y negarse a sí mismo todos los días.

Usted solo construye una relación si la cultiva. Así es con Dios. De nada sirve decir que lo conoce si usted no lo ha representado bien íntimamente.

Él le escogió y ese es un excelente motivo para que usted sea un ejemplo de rectitud por donde sea que pase. No solo para los demás, sino, principalmente, para sí mismo.