Purificados
«Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura.» (Hebreos 10:22).
Para que alguien se acerque a Dios debe tener un corazón humilde y puro, pidiendo perdón de las faltas con Dios, consigo mismo y con el prójimo, y, así, tener una conciencia pura. Además de eso, es necesario tener su cuerpo sepultado en las aguas, muriendo para el pecado, a través del bautismo en las aguas, para de ahí en adelante andar en una nueva vida.
Por Ester Bezerra
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