Propuesta o promesa: ¿cuál eliges?

En la época de Abraham hubo una guerra; cuatro reyes vencieron cinco reinos y tomaron los despojos y a las personas como esclavas. Entre los prisioneros estaba el sobrino de Abraham, llamado Lot.
«Y uno de los que escaparon vino y se lo hizo saber a Abram el hebreo […]. Al oír Abram que su pariente había sido llevado cautivo, movilizó a sus hombres adiestrados nacidos en su casa, trescientos dieciocho, y salió en su persecución hasta Dan» (Génesis 14:13-14).
Durante el Santo Culto del pasado 26 de octubre, el obispo Franklin Sanches explicó que hay muchas personas que también tienen un ser querido prisionero, pero de las drogas, del alcohol, de la miseria, entre otras situaciones, y ya perdieron la esperanza. No obstante, de su reacción puede venir el éxito o el fracaso.
Cuando Abraham supo la situación, movilizó a sus hombres. No dijo: «Señor, ¿cómo permitiste que se llevaran a mi sobrino?». Pues al victimizarse y buscar culpables las cosas solo empeorarían. Asimismo, la Biblia dice que Abraham partió con los que habían nacido en su casa, que tenían su misma fe, y se levantó para luchar por su sobrino. No fue a una guerra por dinero o para mostrar su poder, sino para salvar el alma de su sobrino y la de todos los demás que estaban esclavizados, pues esos hombres los oprimían.
«Al ir a la iglesia, ¿cuál es el objetivo? ¿Reconstruir su matrimonio? ¿Sacar a su hijo del vicio? ¿Prosperar?», preguntó el obispo. «Tal vez usted es prisionero de la miseria y quiere prosperar, pero ¿cuál es el propósito detrás de eso? Porque cuando Abraham escuchó que su sobrino era cautivo, solo se levantó para perseguir a aquellos hombres porque quería salvar a las personas. Y usted, ¿quiere salvar a sus seres queridos? No se trata de rescatarlos de los problemas, sino de alcanzar sus almas y que verdaderamente conozcan al Señor Jesús, porque si eso no sucede, el problema va a continuar», explicó.
El valor del alma
Cuando uno tiene consciencia de ese valor, su lucha cambia de propósito, y el propósito de Dios en todas las cosas es el alma. «Los milagros que suceden en la iglesia son por ese motivo. No es solo sanar al enfermo, sino salvar su alma. Inclusive, está escrito que cuando el Señor Jesús sanaba a alguien, decía: «tu fe te ha salvado».
De hecho, Lot ya le había hecho malas jugadas a Abraham y él pudo haber dicho: «se merecía estar cautivo», pero no, luchó por salvarlo. Por eso, todo lo que hacemos, como propósitos, ayunos, etc., debe tener la meta de salvar almas.
«Y por la noche, él, con sus siervos, organizó sus fuerzas contra ellos, y los derrotó […]. Y recobró todos sus bienes, también a su pariente Lot con sus posesiones, y también a las mujeres y a la gente» (Génesis 14:15-16).
Si Abraham fuera egoísta, hubiera rescatado a su sobrino sin importarle los demás, sin embargo, también pensó en los demás hombres y mujeres. No obstante, después de derrotar a los enemigos, recibió una propuesta y esta fue su reacción.
«A su regreso después de derrotar a Quedorlaomer y a los reyes que estaban con él, salió a su encuentro el rey de Sodoma en el valle de Save, es decir, el valle del Rey. Entonces Melquisedec, rey de Salem, sacó pan y vino; él era sacerdote del Dios Altísimo. Y lo bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, Creador del cielo y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo que entregó a tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram el diezmo de todo. Y el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas y toma para ti los bienes. Y Abram dijo al rey de Sodoma: He jurado al Señor, Dios Altísimo, creador del cielo y de la tierra, que no tomaré ni un hilo ni una correa de zapato, ni ninguna cosa tuya, para que no digas: Yo enriquecí a Abram» (Génesis 14:17-23).
«Siempre tendremos propuestas del diablo y promesas de Dios», explicó el obispo. Las primeras traen facilidad y rapidez, pero las segundas son duraderas y traen paz. El rey de Sodoma representaba a satanás; él quería las almas. Incluso, el diablo siempre trata de que las personas caigan en sus propuestas, por ejemplo: aceptar un trabajo ilícito con la idea de poder dar buenas ofrendas.
Otros ejemplos de quienes aceptaron la propuesta del diablo fueron Adán y Eva; ellos lo tenían todo, pero cedieron ante satanás. El joven rico también rechazó la promesa de Dios; cuando el Señor Jesús le dijo que vendiera todo y Lo siguiera para tener un tesoro, el joven no quiso. Judas Iscariote también recibió la promesa, pero prefirió la propuesta de las 30 monedas de plata.
Piénselo bien, ¡acepte lo que Dios le ofrece, porque Él es fiel y cumple lo que promete! Cuando tenemos la fe abrahámica, en lugar de lamentarnos ante los problemas, nos armamos, nos movilizamos y nos aferramos a las promesas divinas con un objetivo: salvar.
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