Problemas internos: más allá de lo psicológico
El cuerpo, la mente y el alma de cada ser humano necesitan de una atención especial, pues lo que afecta a cualquiera de estas áreas repercute en las dos restantes. Por tal motivo, no es bueno ver las dificultades de manera aislada.
Consideremos a una persona que ha buscado durante mucho tiempo la cura para una enfermedad crónica, por ejemplo. Después de años de sufrimiento, llega la desesperación y esa enfermedad que solo era física, se vuelve emocional, dañando su autoestima. Luego, la esperanza y las ganas de vivir se pierden también. Así, el problema dejó de ser únicamente físico (cuerpo) y emocional (alma), ahora también afecta al espíritu (mente).
La falta de fe intensifica las dificultades. Esto, a su vez, impide un desarrollo personal satisfactorio. A partir de ahí, las pérdidas materiales y afectivas se multiplican. ¡Se debe cortar ese conflicto de raíz!
Las reuniones dadas los viernes, en cada Universal y, especialmente, en el Templo de los Milagros, están hechas específicamente para que la gente recupere la seguridad, la autoestima, los deseos de vivir y alcancen paz interior.
Posiblemente tus problemas sean de origen espiritual (adicciones, enfermedades, depresión, insomnio, miedos, deseos suicidas, conflictos de pareja y/o familiares) y por eso no les has encontrado solución. Te invitamos a probar el poder del Dios Vivo para darles fin. Acude al Templo de los Milagros ubicado en Av. Revolución núm. 253, col. Tacubaya o cualquier Universal (encuentra direcciones en la Pág. 14).
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La indujeron a hacer rituales desde pequeña y cayó en depresión
«Por los problemas familiares que había en casa, desde que era pequeña, me hicieron un ritual que incluía encerrarme en un aro de fuego y me inculcaron que debía servir a la muerte.
Soñaba y veía cosas horribles. Como sufría depresión, a veces lloraba sin razón aparente. En la escuela era bastante distraída y muy mala estudiante.
Lejos de ver una mejora con los rituales, cada vez me sentía peor, no aguantaba los dolores de cabeza. Ni siquiera tenía ganas de alimentarme. Mi mamá, preocupada, me llevó con los doctores para que le dijeran por qué no me daba hambre ni subía de peso, pero ellos no sabían explicarlo, solo me vitaminaban para controlar la anemia y evitar una leucemia.
Lo único que podía hacer era buscar la ayuda de Dios, misma que encontré en la Universal. Al asistir continuamente los viernes, donde me enseñaron a actuar con fe, todos los dolores y enfermedades disminuyeron hasta que se me quitaron.
Las pesadillas y los tormentos se terminaron y con el tiempo, me sentí diferente.
En el pasado fui depresiva, enfermiza. Hoy, gracias al Señor Jesús, soy feliz, productiva, saludable, trabajadora y con muchas ganas de vivir… ¡parece como si fuera una nueva persona!» -Araceli Ramírez
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