Primero pierdes y después ganas

La vida es un ciclo compuesto por situaciones de perder para ganar. En otras palabras, quien quiere éxito en la vida, tiene que aprender a perder para ganar. Primero alguien trabaja y después recibe su salario; primero estudia para luego obtener un diploma; primero paga por un producto y luego lo obtiene. Es necesario cuidar de la salud cuando uno es joven para estar bien en la vejez, lo que la mayoría de las personas no hacen. Y tomar buenas decisiones en el noviazgo y en el matrimonio para tener una vida feliz. Y así sucesivamente.

Y con Dios también es así: primero pierdes para ganar después. Jesús dijo: «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará» (Mateo 16:25). Este es el ciclo de la vida, pero el problema es que la mayoría de la gente quiere invertir este orden porque no quiere «pagar el precio» de perder primero.

El hecho es que las personas creen que van a ganar sin tener que perder. Hay personas que pasan la vida intentando sortear este ciclo, diciendo, por ejemplo, que tendrán dinero, pero que no trabajarán. Y, por eso, casi a diario hay un nuevo fraude por ahí. Estas personas solo existen porque hay otras que creen que pueden ganar dinero cayendo en los fraudes.

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La gente tampoco quiere «pagar el precio» por una vida amorosa feliz. Muchos prefieren ir a un bar, discoteca y tener una relación con una persona desconocida. Después la joven aparece embarazada, el muchacho tiene que pagar por los próximos años de pensión alimenticia y ellos no se quieren casar.

Muchos lo quieren todo ahora, pensando en ganar sin tener alguna pérdida, y por eso están perdiendo la vida. No se despiertan para el hecho de que ese modelo de vida no funciona. Y que saltarse la fase de pérdida nunca da resultado.

Entonces, si también has probado estos atajos de no querer perder para ganar, ya sea en tu cuerpo, en tu vida espiritual, amorosa o financiera, y no has respetado esta regla, entiende: es necesario perder primero, creyendo que ganarás después. ¿Cuántas veces todavía necesitas «golpearte en la cara­­­­­» para entender esta ley? Comprende que, no importa lo inteligente que seas, nunca podrás eludir esta regla de verdad.

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