Nosotros, las pulgas

Nosotros, las pulgas

Por Departamento Web

Por Cristiane Cardoso

A veces, las personas a nuestro alrededor logran ver comportamientos que ni imaginamos tener

“Antes del quebrantamiento se enaltece el corazón del hombre, y antes de la honra está la humildad” (Proverbios 18:12).

Cuando leemos un versículo como este, inmediatamente pensamos “no es conmigo, al final, yo no me enaltezco”… pues sí, nuestro corrupto corazón está todo el tiempo intentándonos apartar de la verdad, por eso.

Fue lo que sucedió con el joven rico. Él se consideraba un buen ejemplo, por eso se creyó con el derecho de ir hasta el Señor Jesús para cuestionarlo sobre qué hacer para lograr la vida eterna, al final, él ya “guardaba todos los mandamientos desde su juventud”. Pero, Jesús sabía que él estaba siendo engañado por su corazón, y le pidió algo que mostraría exactamente quién ha sido él delante de Dios…

“Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo 19:20-22).

Y el joven salió triste de allí, no porque el Señor Jesús le había hecho aquella petición, sino por saber que, en el fondo, él no guardaba los mandamientos de Dios de ninguna manera, al final, su denegación revelaba que Dios no estaba en el primer lugar en su vida, como lo dice el primer mandamiento. Ahí es donde aquel joven rico miró su verdadera condición delante de Dios. Él no era la persona que pensaba ser.

El corazón del joven rico lo enaltecía, probablemente le mostraba todo lo que él hacía bien, escondiendo de esa manera quién era de verdad. Y eso es lo que sucede con todas nosotras, si nos dejamos llevar por lo que creemos de nosotras mismas, vamos a pensar que estamos teniendo éxito. Es por eso que, de repente, un gran problema sucede de la nada y no lo entendemos, o alguien dice algo sobre nuestra manera de ser y nos quedamos sentidas por eso, como si estuviéramos siendo víctimas de la injusticia, al final, el corazón ya nos había dicho cuán buenas somos… nosotros, las pulgas.

La verdad es que no nos conocemos tanto como Dios nos conoce, y, a veces, las personas a nuestro alrededor logran ver comportamientos que ni imaginamos tener. ¿Quién quiere evaluarse? ¿Quién quiere ahondarse más dentro de sí mismo y conocerse? ¿Quién quiere descubrir lo que no es bueno con respecto a sí mismo? ¡Es por eso que el corazón gana tanto énfasis! Él no quiere eso y, por lo tanto, luego nos trae excelentes argumentos para justificar nuestros errores…

“¡Todo el mundo se equivoca!”

“¡Nadie es perfecto!”

“¡Es nuestra humanidad!”

“Tampoco se puede ser un santo, ¿no?”

Y, como nos gusta vernos con buenos ojos, aceptamos esas justificaciones con mucho gusto.

Pero, y si no escucháramos nuestro corazón y nos preguntáramos: “¿Qué hago que desagrada a Dios?”.

¿Usted sabía que cuanto más nos acercamos a Dios, más vemos nuestros errores? ¿Sabe por qué? Porque Dios es la Luz del mundo, y la luz revela aquello que estaba en la oscuridad. Y para no exponernos, nos apartamos de Él como el joven rico, y nos evaluamos con nuestros propios criterios… “al final, ¡no le hacemos daño a nadie!”.

Pero, observe el proverbio anterior… “Antes del quebrantamiento se enaltece el corazón del hombre…”. Es escondiéndonos atrás de nuestras ‘buenas obras’ que somos quebrantadas. En cambio, el resto del versículo nos muestra la solución: “… antes de la honra está la humildad”.

No se esconda atrás de sus propios criterios, de cuán buena y querida ha sido usted, sea humilde y reconozca las fallas que le desagradan a Dios… su manera grosera de ser, sus habladurías, su pereza, su lengua inquieta, sus malos ojos, su vanidad y avaricia…

Eso es humildad, reconocer quiénes somos de verdad, entristecerse por eso, pero no irse como lo hizo el joven rico, sino cambiar.

Nosotros somos una pulga delante de Dios. No debemos tener orgullo de quiénes somos. En realidad, tenemos que tener vergüenza. Solo así, Dios hará Su trabajo en nuestra vida.

En la fe.

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