No existe paz sin Jesús

No existe paz sin Jesús

Por Dep. Web

La paz verdadera no se encuentra en la ausencia de problemas, sino en la comunión con Dios. En el Santo Culto del pasado domingo 31 de agosto, el obispo Franklin Sanches explicó que muchas personas se engañan pensando que, al resolver un conflicto, finalmente vivirán en paz. Sin embargo, esa tranquilidad es momentánea: «No es la ausencia de problemas la que me va a dejar con paz… El mayor problema del ser humano por no tener paz es estar lejos de Dios».

El propio Señor Jesús dejó claro cuál es el único camino para llegar al Padre: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí» (Juan 14:6). Al respecto, el obispo recalcó: «Jesús no dijo: “Yo soy la religión”. Él dijo: “Yo soy el camino”». Por lo tanto, la paz no proviene de la religión ni de las personas, ni siquiera del dinero, sino del propio Señor Jesús, que es llamado Príncipe de la paz.

La ruptura de votos trae tempestades

Para ilustrar, el obispo citó la historia de Jonás, quien al desobedecer a Dios y huir de la misión de predicar en Nínive, provocó una gran tempestad que amenazaba con hundir el barco en el que viajaba.

Jonás había quebrado el voto que tenía como profeta de servir a Dios, y esa desobediencia trajo consecuencias no solo para él, sino también para quienes lo rodeaban.

Del mismo modo, «todo el que quiebra un voto, pierde la paz, porque se distancia de Dios», explicó el obispo. Cuando una persona rompe un voto, aunque intente ocultarlo, interiormente pierde la tranquilidad y vive una tormenta constante. Esa falta de paz, añadió, se manifiesta en el carácter, al punto de que la persona se vuelve insoportable para ella misma.

 

Reconocer la falta de paz

El obispo advirtió que la reacción común de quien está lejos de Dios es culpar a otros por sus problemas, como ocurrió en el Edén: Adán culpó a Eva, y Eva a la serpiente. «La persona religiosa no asume: “Yo soy el problema”», destacó. En contraste, Jonás reconoció su error y aceptó que la tempestad era consecuencia de su propia desobediencia: «Tomadme y lanzadme al mar, y el mar se calmará en torno vuestro, pues yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros» (Jonás 1:12).

A pesar de la gravedad de sus errores, Jonás encontró el camino de vuelta cuando se arrepintió y decidió cumplir lo que había prometido a Dios: «Lo que prometí, pagaré. La salvación es del Señor» (Jonás 2:9). Solo entonces Dios ordenó al pez que lo devolviera a tierra firme, símbolo de la restauración y de la paz que se recupera en la obediencia.

Amar y obedecer la Palabra

Este principio no se limita a la historia de Jonás. La Palabra de Dios confirma que la verdadera paz siempre está ligada a la obediencia. Por eso, el mensaje concluyó con la seguridad de la siguiente promesa bíblica: «Mucha paz tienen los que aman Tu ley, y nada los hace tropezar» (Salmo 119:165).

Al respecto, el obispo animó a los presentes a valorar la Palabra de Dios como la fuente de verdadera paz: «Cuando amo la Palabra, la medito y leo, porque aquí está la voluntad de Dios para mí. Obedezca esa Palabra y usted va a tener mucha paz», finalizó.

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