«Ni una licenciatura, ni amigos, me hacían sentir bien»
«Lo que debía ser una adolescencia feliz, fue llena de tristeza: me la pasaba llorando en mi cuarto, sentía que era inútil y fea, que nadie me quería. Por gracia, eso no repercutió en mis estudios, pues entré en la universidad que quería y tenía amigos a mi lado, pero nada de eso me satisfacía, sino que el odio hacia mí misma aumentaba. Prefería no contarle nada a nadie respecto a mi sentir.
En mi mente daba vueltas la idea de acabar con mi vida, no tuve el valor de hacerlo. Cuando me gradué, los cuadros depresivos aumentaron porque me daban oportunidades en pequeños empleos, pero un día ni de esos encontraba y me quedé dos años sin trabajar. Después, fui al psiquiatra, quien me dijo que tomaría medicamentos de por vida debido a la depresión.
Pero, la historia tomó otro rumbo. Todo comenzó por una invitación de mi hermano para ir al Templo de los Milagros, lugar donde recobré la fuerza. Mediante mi obediencia a Dios y conforme escuchaba su Palabra, dejé de sentirme triste, de medicarme y de pensar en la muerte. Actualmente, me siento feliz, amada, bien conmigo misma. Puedo decir que eso se lo transmito a los demás.
Además, conquisté un empleo que me permite desenvolverme profesionalmente.» -Lili Solano
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