4 encuentros que demuestran el valor que Jesús les daba a las mujeres

4 encuentros que demuestran el valor que Jesús les daba a las mujeres

Por Social Media

El Día Internacional de la Mujer es hoy. Conoce un poco de la importancia que las mujeres tuvieron en el Nuevo Testamento

El próximo 8 de marzo se celebrará a todas las mujeres del mundo. Sin embargo, en nuestros días aún son penalizadas frecuentemente por la sociedad, a pesar de todos los avances. Quizá, con seguridad, conoces a una mujer que sufre o sufrió algún tipo de violencia doméstica o sexual, discriminación, infravaloración profesional, entre otras situaciones.

En este panorama, muchas, aunque sean exitosas, guardan y cargan en su interior alguna cicatriz o dolor.

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La importancia de la mujer en el Nuevo Testamento

La historia registra un sinfín de hechos en contra de ellas. No obstante, contrario a lo que se cree tradicionalmente, en la Biblia se refleja que Dios valoraba la importancia de la mujer desde la creación:

«Dijo además el SEÑOR Dios: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea”» (Génesis 2:18)

Él diseñó y creó a la mujer de manera que fuera única. Ella es más que una compañera, está justo delante del hombre para ver lo que él no logra ver y lo ayuda a hacer lo que él no podría realizar solo.

«La mujer no fue creada como un ser inferior al hombre, despreciado o más frágil que él. Sino como una fuerza complementaria, para ayudarlo y, en los momentos necesarios, confrontarlo también», señalan Cristiane y Renato Cardoso, fundadores de los proyectos Godllywood e IntelliMen, respectivamente.

En toda la vida del Señor Jesús en la Tierra, nunca menospreció a las mujeres. Por el contrario, en Su ministerio terrenal, fueron galardonadas de manera especial. Fueron comprendidas, amadas y valoradas como nunca hasta entonces.

Algunos encuentros relatados en las Santas Escrituras revelan ese valor que solamente el Señor Jesús podía dar. Separamos cuatro de esos momentos, en los que cuatro mujeres incomprendidas conocieron al Único que podía comprenderlas.

1. La mujer sirofenicia – Cuando su fe sirve de ejemplo

Ella tenía una hija endemoniada y ya no sabía qué hacer. Escuchó de los milagros que el Señor Jesús hacía y no pensó dos veces en buscarlo, ya que creía que tenía la solución para ese sufrimiento. Ella estaba determinada y nada la haría retroceder, ni el propio Jesús, y Él lo sabía, tanto así que usó esa situación para mostrarles a todos los presentes la calidad de la fe que cambia a todo mundo.

A penas la mujer sirofenicia se acercó a Él y empezó a clamar por Su misericordia y ayuda. Clamaba tanto y tan alto que los discípulos, incómodos, le pidieron al Maestro que le dijera que se fuera. Y Jesús respondió que vino para ayudar al pueblo de Israel.

Ella continuó clamando ayuda, hasta que logró acercarse a Jesús, Lo adoró y Le pidió ayuda. «Respondiendo Él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos» (Mateo 15:26), fue la respuesta que Él le dio a una madre afligida.

Muchos se escandalizan cuando leen ese pasaje bíblico, pues no entienden por qué Jesús la trató así. Sin embargo, lo que no entienden es que el Hijo de Dios sabía cuál sería la reacción de ella y quería dejar el ejemplo de humildad y fe:

«Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora» (Mateo 15:27-28).

Jesús nunca humillaría a aquella mujer. Él estaba usando la situación para enseñar lo que la fe, aliada con la humildad, es capaz de hacer.

2. La mujer hemorrágica – Arruinada, enferma y despreciada

Todo lo que ella tenía fue consumido por los intentos de ser curada de una enfermedad, que no solo le costó la salud física y su economía sino también la reputación, ya que la mujer, en el estado en que se encontraba, era considerada inmunda (Levítico 15:19-25).

Sabiendo que en aquella situación no podía tocar a nadie, ella pensó bien qué hacer para acercarse al Señor Jesús, pues Él era la única salida para el problema que enfrentaba desde hace años. Ella no podía tocarlo, porque en ese estado, si la descubrían, sería apedreada:

«Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva» (Marcos 5:27-28).

La fe de aquella mujer fue tan fuerte (aunque ella estaba débil físicamente hablando), que, aun estando en medio de una multitud, Jesús sintió su toque y fue sanada.

3. La mujer samaritana – Las frustraciones en la vida amorosa, el vacío interno y la búsqueda de un amor

Un encuentro inusitado y una pregunta personal hizo que una mujer entendiera la verdadera necesidad que ella tenía e intentaba suplir de manera errónea. El Señor Jesús se detiene en un pozo. Estaba cansado y con sed. Una mujer samaritana también está en ese pozo para recoger agua. Jesús pidió un poco y ella cuestiona cómo un judío puede pedirle una cosa a alguien de Samaria —ya que no se hablaban.

Jesús, entonces, le cuenta que, si ella supiera quién se lo estaba pidiendo, ella es quien le pediría agua y Él le daría del «Agua Viva», que haría que nunca más tenga «sed». Ella cree estar ante una propuesta que saciaría su sed física, pero Jesús quería saciar la sed de su alma. Es en ese momento que algo cambia todo: «Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá» (Juan 4:16).

¿Alguna vez alguien te dijo algo que hizo que se te cayera el veinte? Fue lo que sucedió. De manera sincera, la mujer respondió que no tenía marido, y Jesús expuso el vacío de ella: «Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad» (Juan 4:17-18).

En ese momento, la mujer, reconociendo que Jesús no era un hombre común, empezó a tocar temas espirituales y finalmente pudo saber quién era Jesús (Juan 4:25-26). Él quería darle mucho más allá de lo que ella buscaba en vano en las relaciones.

4. La mujer adúltera – Descubierta y expuesta

«… le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio» (Juan 8:4).

Con seguridad ya debes haber visto o supiste de videos que se hicieron virales en internet sobre mujeres pilladas traicionando a su marido o mujeres siendo las amantes descubiertas. Muchas son golpeadas, su desnudez es expuesta, son «juzgadas» con todo tipo de insultos y su imagen se hunde en el «lodo».

El Señor Jesús presenció una situación semejante –solo no había celulares grabando toda la exposición. Y, en lugar de ser cómplice de toda aquella humillación, el Maestro, sabia y estratégicamente, dejó que los que no tenían ningún pecado la juzgaran, es decir, nadie de allí tenía condiciones para eso. Ni Él –que las tenía– lo quiso hacer:

«Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más» (Juan 8:11).

Una nueva oportunidad, a pesar de tener un pasado que a los ojos de los hombres era imperdonable.

Tal vez estás buscando en personas, proyectos personales o cosas, el valor que solamente Dios te puede dar. Él conoce tus necesidades más profundas —así como conocía las de aquella mujer samaritana a la orilla del pozo. No te rechaza por tus errores del pasado y te da una nueva oportunidad —tal y como lo hizo con la mujer sorprendida en adulterio. Te sana de tus enfermedades —así como sanó a la mujer hemorrágica. Y usa tu problema y tu fe para resolverlo, para inspirar a otros a tu alrededor— así como lo hizo con la mujer sirofenicia.

Muchas mujeres tuvieron la oportunidad de convivir, de alguna forma, con el Señor Jesús, y ninguna de ellas quedó sin respuesta a sus angustias.

Permítete tener ese encuentro personal con Él. Abre tu corazón y tu vida para que Él habite en tu interior y te transforme por completo. Te convertirás en la mujer que siempre soñaste ser, pero que no imaginaba cómo eso sería posible. Deja que Él te sorprenda.

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