Monotonía y aburrimiento: los grandes enemigos de las parejas
Es posible reavivar cada día el interés, pero eso requiere amor y disposición
Fernando y Estefanía se casaron muy enamorados. Sin embargo, tiempo después decidieron separarse. Cuando se les preguntó por qué, ambos dijeron que la monotonía había sido la causa. El aburrimiento fue más fuerte que la atracción que inicialmente se tenían.
De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), la monotonía es la falta de variedad de cualquier cosa. Puede afectar todas las áreas, en especial la amorosa, tal y como lo explica la psicóloga Silvia Russek.
«Durante la etapa del enamoramiento queremos estar con nuestra pareja la mayor parte del tiempo posible y compartir todo. Una vez que esta concluye y se establece una rutina, tenemos tres opciones: caer cada vez más en la monotonía y el aburrimiento, buscar la manera de mantener el interés o intentar salvar la relación».
Para Russek, la relación puede fortalecerse al compartir tanto intereses como actividades en común. «Si estamos centrados en nosotros mismos, en nuestros deseos y actividades, no tendremos tiempo de intercambiar experiencias y sentimientos con la pareja. Por eso, lo más importante es reconocer que tienen un problema, aceptarlo y platicarlo, sin buscar culpables, enfocándose en la solución y analizando qué está sucediendo y por qué», concluye.
Dios es el enemigo de la destrucción de las parejas. Él no estableció el matrimonio para que al final viniera el sufrimiento y el divorcio. Si tienes algún problema en tu relación o quieres evitarlo, la Terapia del Amor es para ti.
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La monotonía y las peleas casi terminaron con su matrimonio
«Todos los días, a cada rato, mi esposo y yo peleábamos por los problemas económicos. Él me preguntaba por el dinero que me daba para los gastos y, como no le respondía lo que él quería, me golpeaba.
Nuestra relación era muy monótona, no había convivencia, solo peleas y golpes. Así, el amor que sentía se fue enfriando, hasta que dejé de quererlo.
Estaba deprimida, no tenía ganas de atender a mis hijos ni de vivir. Muchas veces intenté suicidarme. Si a mi esposo no le importaba lo que me pasara, ¿por qué les importaría a otros?
Creí que todo estaba perdido hasta que llegué a la Universal y escuché las Palabras de Dios. Si bien no entendía mucho, me aferré a Él pidiéndole que tuviera misericordia de mí y me sacara adelante.
Desde el primer día tuve paz y confianza de que todo estaría bien. Aprendiendo a usar la fe, los deseos de morirme y el rencor terminaron.
Al tiempo, mi esposo y yo nos pedimos perdón, nos reconciliamos y ahora nos amamos mucho. El Señor Jesús guía mi matrimonio y ni la monotonía ni el desánimo forman ya parte de nuestras vidas.» -Crisanta Vázquez
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