Meditación del libro de Cantares: el fruto del Espíritu
«y su fruto es dulce a mi paladar» (Cantares 2:3).
El fruto del Espíritu Santo es dulce, pero las obras de la carne son amargas. No estamos orgullosos de nosotros mismos cuando los practicamos, pues nos alejan de Dios y nos acercan al mal.
Pero si los frutos de nuestro Dios son tan dulces, ¿por qué no sacamos más provecho de ellos?
Porque para saborear ese Manzano hay que estar en su presencia, y para estar en su presencia tenemos que negar la presencia de todos los demás árboles de esta selva llamada mundo.
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