Lugares de la Biblia – Laodicea

Lugares de la Biblia – Laodicea

Por Departamento Web

“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de Mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, Yo te aconsejo que de Mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él Conmigo. Al que venciere, le daré que se siente Conmigo en Mi trono, así como Yo he vencido, y Me he sentado con Mi Padre en Su trono. (Apocalipsis 3:14-21)

El fragmento del libro del Apocalipsis se refiere a una de las iglesias a las que el apóstol Juan exhortó, inspirado por Cristo, en las visiones que tuvo; las que dieron origen al último libro de la Biblia. En la carta enviada a la ciudad, una de las más prósperas del Imperio Romano en Asia Menor, el autor explora las características muy propias de los laodicenses. Era una iglesia que vivía de apariencias y no estaba realmente entregada a Dios. Hermosas vestimentas ceremoniales, rituales llenos de ostentación, buena condición económica, y muchos otros aspectos acercaban al pueblo de ese lugar, más a la religiosidad, que a vivir realmente la Palabra de Dios.

Fundada alrededor del 250 antes de Cristo (a. C.), en el territorio que actualmente le pertenece a Turquía, una ciudad famosa por sus aguas termales, ricas en sodio, calcio y además, estudios revelaron lo benéficas que resultan para la salud.

Laodicea estaba ubicada en un punto convergente de los tres caminos principales del imperio al que se sometía. El comercio y las influencias culturales fueron intensos.

En los 3 siglos después de Cristo (d. C.), Laodicea fue famosa por sus fábricas (aun siendo muy rústicas y convencionales; realizaban grandes producciones que abastecían a varias regiones), empresas financieras (que dieron origen a los actuales bancos), y una famosa producción textil de gran calidad y belleza. La lana negra era un tipo de materia prima abundante y muy valiosa, con la cual se confeccionaban tejidos brillantes y vistosos; el mismo material que también daba origen al grueso y resistente tejido con el que el apóstol Pablo fabricaba sus tiendas, actividad que garantizó su sustento económico. El lujo se reflejaba en sus imponentes edificios, gloriosos teatros, incluso en escuelas consagradas dedicadas a las ciencias y a la medicina.

En la era del Nuevo Testamento, Laodicea se enriqueció aún más, y esa riqueza generó incluso más soberbia y orgullo. En el año 60, un gran terremoto destruyó gran parte de la ciudad. Roma ofreció una gran suma de dinero para la reconstrucción, pero los orgullosos laodicenses lo rechazaron. Reconstruyeron todo con sus propios recursos, ensoberbecidos por su aparente autosuficiencia.

Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad…”.

El fragmento citado del Apocalipsis muestra claramente el pensamiento laodicense. No sirvió de nada toda la estructura física y económica, si los ciudadanos del lugar no se sometieron a Dios. De tanto lujo y orgullo, no quedó nada. Hoy, una de las más fuertes e influyentes ciudades de su época no es más que un puñado de ruinas tomadas por la maleza. Aunque los hallazgos arqueológicos son de gran valor para los estudiosos de historia. 

Fundada por el rey seléucida Antíoco II (el Imperio seléucida fue un centro de cultura helenística donde se mantenía la preeminencia de las costumbres griegas), la ciudad fue nombrada en honor a su esposa Laodice. El lugar también es mencionado por el apóstol Pablo en Colosenses 4:15-16, demostrando un vínculo entre las iglesias de Colosos y Laodicea:

“Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia que está en su casa. Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros.”

Una iglesia es considerada por la característica de las personas que la componen. Por lo tanto, una transformación general parte de un cambio individual. Cambiando íntimamente en su confianza y obediencia a Dios, el individuo influye al grupo. Y el cambio promovido por el Espíritu Santo, no es un cambio solo en palabras, sino de vida. Si un ser humano es realmente transformado por el Espíritu, su semejante se da cuenta de que eso, de hecho, es posible, y comienza a querer lo mismo, sometiéndose verdaderamente al Padre.

De hecho, a diferencia de otras ciudades famosas por las cartas paulinas, no hay registros históricos de que Laodicea haya sido muy activa en la difusión del Evangelio, como lo fue Éfeso.

Los laodicenses quedaron marcados en la Biblia como ejemplo de cristianos sin una posición definida, diciendo someterse a Dios, pero confiaban más en el fruto del esfuerzo de sus mentes y brazos. Se preocupaban más por sus propios egos que por el verdadero amor al prójimo. Su iglesia tenía como base simples piedras, y no el verdadero fundamento espiritual: Jesús. De nada les sirvió toda la fuerza del dinero, de poder y de orgullo, de los cuales solo quedaron ruinas en medio del desierto.

  • dinero perdido
    «Así como ganaba, todo lo perdía»

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