Los trastornos alimenticios pueden tener origen en la infancia

Los trastornos alimenticios pueden tener origen en la infancia

Por Departamento Web

La actriz norteamericana, Jennette McCurdy dice que se volvió anoréxica a los 11 años, influenciada por las exigencias de su madre

En una publicación en el sitio Huffington Post, la actriz norteamericana Jennette McCurdy, de 26 años, conocida por actuar en la serie infantil iCarly, reveló que desarrolló anorexia a los 11 años de edad. Ella asocia la enfermedad a las exigencias de su propia madre y de productores de televisión para que se mantuviera delgada.

“Como actriz infantil trabajando en Hollywood, aprendí rápidamente que permanecer físicamente pequeña para mi edad significaba que yo tendría una mejor oportunidad para reservar más papeles para mí. Lamentablemente, yo tenía una compañera confiable, dedicada y lista para ayudarme con mi creciente anorexia: ¡mi madre!”, dijo la actriz.

La anorexia es un trastorno alimenticio caracterizado por una preocupación exagerada por el peso corporal. Como la persona siempre se ve por arriba del peso real, hace dietas y ayunos inadecuados y usa diversos métodos para adelgazar de prisa. Una de las características es la delgadez exagerada, que puede conducir a la desnutrición.

Jennette recuerda que durante el periodo escolar, las madres de sus compañeras demostraban preocupación por su delgadez, pero su madre le enseñaba que siempre afirmara que su alimentación era normal. “Mi madre realmente luchaba por mi cuerpo, peso y dieta. Ella comparaba regularmente mi tamaño con el de otras chicas, dividía mis comidas y me ayudaba a contar calorías. En ese entonces, en lugar de incomodarme con las sugerencias, yo creía que ella me estaba ayudado”.

Tras la muerte de su madre en 2013, víctima de cáncer, la actriz empezó a presentar bulimia alternada con la compulsión alimenticia. La bulimia se caracteriza por la ingestión compulsiva de alimentos, seguido de vómitos provocados, uso de laxantes y diuréticos. Ella podría haberse ocasionado desnutrición, inflamación en la garganta, desmayos, arritmia cardiaca, problemas gastrointestinales e incluso la muerte.

“Mi garganta sangraba frecuentemente y los vasos sanguíneos de mis ojos se reventaron por vomitar tanto… Una vez perdí un diente después de que los fluidos estomacales desgastaron su esmalte. En otra ocasión me desmayé en el piso del baño por deshidratación”, contó la actriz.

En total, ella sufrió durante 13 años. Con la ayuda de su cuñada, Jennette buscó tratamiento.

De madre a hija

Para la orientadora y psicoterapeuta Eliana Barbosa, las madres neuróticas por el peso corporal y la belleza de los hijos pueden hacer un daño en la vida emocional de ellos, llevándolos a convertirse personas inseguras y con resentimientos, culpas, tendencia depresiva y, en algunos casos, suicida.

Por medio de exigencias, críticas y comparaciones, muchas de ellas transfieren sus complejos y neurosis a ellos. “Lo triste es que los niños que conviven con tales ejemplos crecen inseguros de su valor y aprenden a vivir al pie de la comparación, lo cual puede convertirse en un enorme problema cuando llegan a la adolescencia y la vida adulta”.

El complejo en relación al cuerpo puede llevar al síndrome de la distorsión de la imagen, que es un trastorno psicológico caracterizado por la preocupación obsesiva por algún defecto inexistente o menor en la apariencia. “Quien es inseguro, tiene baja autoestima y necesita aceptación social, se deja llevar por los modelos de belleza. Él necesita, en realidad, un serio trabajo en el rescate de su autoestima”.

Razón vs. emoción

La relación emocional de las personas con la comida, de acuerdo con Eliana, empieza cuando son bebés, fase en la que asocian el alimento con el amor de la madre. Después, crecen usando la comida como fuente de placer y de celebración en los momentos importantes, pero también para compensar situaciones de estrés, ansiedad, angustia y carencia afectiva.

“Las emociones negativas afectan el apetito de formas diferentes. Algunas personas se vuelven compulsivas con respecto a la alimentación; otras pierden el hambre completamente. Solamente equilibrando la emoción y la razón es posible controlar de forma saludable el apetito en cualquier circunstancia”.

El apoyo terapéutico resulta indicado, pero, así como el cuerpo necesita alimento, el alma también debe ser nutrida. Por eso, es importante alimentar el alma con la Palabra de Dios. La especialista deja el siguiente consejo: “En los momentos de desequilibrio en la forma de alimentarse, cuestiónese: ‘¿cómo estoy alimentando mi alma?’ Son pocos los que comprenden que nuestra salud depende del bienestar de los pensamientos, sentimientos y emociones, que determinan la calidad de vida que tendremos”, finaliza.

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