Lo que siembras define tu vida

Muchas personas buscan solucionar sus dificultades pensando que, al mejorar su salud, su economía o sus relaciones, finalmente encontrarán la felicidad. Sin embargo, esas victorias suelen ser pasajeras, pues al poco tiempo surgen otros problemas.

Al respecto, durante el Santo Culto del pasado domingo 14 de septiembre, el obispo Franklin Sanches explicó que el verdadero problema del ser humano no está afuera, sino dentro de sí mismo: «El verdadero problema es el problema del alma», afirmó.

De acuerdo con el obispo, mientras ese problema no se resuelva, ninguna conquista será suficiente: «Usted puede prosperar, pero no va a ser feliz. Usted puede restaurar su matrimonio, pero no va a ser feliz. Usted puede curarse de la enfermedad terminal, pero no va a ser feliz. Porque estas cosas le van a traer una alegría momentánea, y después pasan».

La enseñanza se apoyó en las palabras del Señor Jesús: «Pero buscad primero Su Reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33). El obispo explicó que buscar el Reino de Dios significa recibir al Espíritu Santo, pues «Él es el Reino de Dios. Quien tiene el Espíritu Santo está viviendo dentro del Reino de Dios».

Luego enfatizó que el Espíritu Santo no se recibe por religiosidad ni por perfección, sino por una decisión sincera de entrega: «Cuanto más religiosa [sea una persona], menos posibilidad tiene de recibir el Espíritu Santo. Porque el religioso está lleno de sí mismo… Pero el Espíritu Santo es dado cuando la persona toma una decisión. Ella le entrega su vida a Jesús, sin reservas».

Para ilustrar esta entrega, el obispo la comparó con el pacto matrimonial: así como los esposos se entregan uno al otro y sellan su unión con un símbolo, la persona que decide entregar su vida a Jesús recibe al Espíritu Santo, quien «entra en la persona y sella aquella unión».

La advertencia de no dejarse engañar

Pero el mensaje también incluyó una advertencia bíblica como segunda parte: «No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará»(Gálatas 6:7). El obispo señaló que incluso después de entregarse a Cristo, la persona enfrentará tentaciones y oposición: «El hecho de que yo le entregue mi vida a Jesús no significa que yo no vaya a ser tentado. Yo voy a pasar por situaciones, pero no puedo dejarme engañar. Yo tengo que mantener mi fe independiente de lo que otros digan o piensen».

Y agregó que al dejar de pertenecer al «señor de este mundo», es normal que haya contradicciones y burlas, incluso dentro de la familia. Por eso, insistió en que el creyente debe estar firme en su decisión.

En este punto, el obispo fue claro al señalar que la religiosidad es uno de los mayores impedimentos para esa entrega: «¿Cuál es el objetivo de la religión? Engañar, dominar a las personas. Que las personas estén bajo su dominio, bajo su yugo».

En contraste, subrayó que Dios busca lo contario, relacionarse directamente con cada uno: «Jesús no le da el pez, le enseña a pescar, para que usted no esté dominado. Él dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por Mí”» (Juan 14:6).

De esta manera, explicó que quien realmente se entrega a Jesús comienza a tener una nueva vida, distinta de la que llevaba antes, y esa diferencia se refleja en su manera de actuar, en sus decisiones y en lo que siembra día con día.

El obispo finalizó recordando que cada persona siempre cosecha lo que siembra. Nadie puede esperar resultados diferentes si sigue tomando las mismas decisiones de antes: «Hoy yo estoy cosechando lo que yo sembré ayer, y mañana voy a cosechar lo que siembro hoy. Por eso nunca se canse de hacer el bien: porque a su tiempo, si no se cansa, cosechará».

Explicó que muchas veces la persona se desanima porque no ve los frutos de inmediato, pero una vida entera de malas siembras no se revierte de la noche a la mañana. Por eso exhortó a no desistir, pues la perseverancia en el bien dará, en su debido tiempo, los resultados esperados.

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