Llevados por la ira, arrepentidos por las consecuencias

Estar enojados o sentir ira es normal, son emociones que todos experimentamos. No obstante, saber manejar este estado es importante para evitar consecuencias graves.

Estos son los errores más frecuentes que cometemos al estar bajo los efectos de la ira:

Reaccionar agresivamente: Esta es la forma natural e instintiva de expresar el enojo, pero no puedes atacar física o ver­balmente a cada persona u objeto que te molesta. Expresar tu ira con firmeza, pero sin agresividad es la manera más sana de hacerlo.

Reprimir tu molestia: El no permitirte exteriorizar tu enojo, te deja en un fuero in­terno y esto puede causarte enfermedades como hipertensión e incluso depresión.

Desquitarse: Cuando no exteriorizas el enojo, te llega el deseo de venganza que al final te hace más daño, pues incluso te pue­de convertir en una persona que no eres.

Por su parte, la Biblia aconseja:

«Enójense, pero no pequen; reconcílien­se antes de que el sol se ponga…» (Efesios 4:26). Esto quiere decir que el enojo no pue­de durar mucho o dominarnos a tal punto de llevarnos a cometer atrocidades que, a su vez, acarreen otras consecuencias.

¿Notas que te enojas constantemente, eso ha ocasionado otras consecuencias y reconoces que necesitas ayuda? Acude este viernes a cualquier Universal del país, en el horario de tu preferencia, para participar en la Sesión de Descarga Espiritual. Con tu fe, puedes revertir esa situación.

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«En un arranque de ira, le clavé un lápiz a mi hijo en la pierna»

«Crecí en un hogar en el que no había paz: mi padre nos agredía física y verbal­mente tanto a mi mamá como a mis her­manas y a mí. Nos decía que, por ser mu­jeres, terminaríamos prostituyéndonos o al lado de un hombre solo para atenderlo. Además, en nuestro hogar siempre había carencias económicas.

Crecí con la ilusión de casarme, pero cuando lo hice, mi esposo me engañaba y era indiferente conmigo; yo reacciona­ba tratando de humillarlo. Mi forma de “atraer su atención” era siendo agresiva con mis hijos: los golpeaba, rompía sus juguetes y a uno de ellos le llegué a clavar un lápiz en la pierna en un arranque de ira. Aunado a esto, también había pobreza en nuestro hogar.

Dios inspiró a mi hermana para darme un periódico de la Universal y al leerlo des­cubrí que con Dios tenía la oportunidad de ser feliz. Aunque el primer día que asistí a la reunión fui incrédula, con el tiempo ad­quirí una nueva manera de pensar y, con­secuentemente, los cambios surgieron. Pri­mero, Dios me ayudó a superar mi pasado y a no ser impulsiva, esto repercutió para bien en la convivencia con mis familiares.

Luego, mi esposo me acompañó a la Universal y decidió entregarse a Dios: dejó de serme infiel y se convirtió en el hombre que deseé. El pasadó quedó atrás ¡y ahora nos amamos! A él, Dios le permitió abrir un negocio propio y tenemos en puerta otros proyectos juntos. Hoy sé qué es tener ple­nitud.» -Rocío Saucedo