La «visa» para entrar en Su Reino

De acuerdo con la Palabra de Dios, hay cosas que para Él son sagradas; una de ellas es la familia. El pasado domingo 10 de noviembre, durante el Salto Culto, el obispo Franklin explicó que es inevitable que surjan problemas, sin embargo, las personas no pueden permitir que su hogar se destruya, necesitan luchar. Asimismo, orientó a los jóvenes: «En el mundo hay muchachos que insultan a sus padres, los desobedecen, les faltan al respeto e incluso les gritan, pero ustedes no necesitan ser como ellos. En lugar de eso, valórenlos, cuídenlos, ámenlos y respétenlos, pues son sagrados. Dios se agrada de quienes honran a sus padres y los bendice; no desista de ellos».
Además de hablar acerca de la familia, el obispo profundizó en otro tema sumamente importante: «Entrar a la iglesia es fácil y gratuito. No obstante, quiero decirle cuál es la llave para que pueda gozar de una vida plena y entrar en el Reino de Dios. Aunque Su Reino es gratuito, hay que pagar un precio que no es dinero; es necesaria una “visa” llamada arrepentimiento», comentó.
Ese es el fundamento de la fe. Mientras uno no se arrepienta, no entrará en el Reino de Dios. «Muchos de los que vienen a la iglesia, después de algún tiempo se van, pues no se arrepintieron de sus pecados y volvieron a la vieja vida». Cierta ocasión, el apóstol Pedro escribió: «El perro vuelve a su propio vómito y la puerca lavada, vuelve a revolcarse en el cieno.» (2 Pedro 2:22).
Esto se refiere a que la persona puede tener la fe para conquistar bendiciones, prosperar y tener sanidad, como ocurrió con los 10 leprosos (Lucas 17:11); todos ellos sanaron, sin embargo, solo uno regresó arrepentido. De hecho, si prestamos atención, Jesús realizó milagros porque las personas usaron su fe para conquistar. «En cambio, alcanzar la salvación depende del arrepentimiento, la persona depende de la fe del arrepentimiento para mantener la fe», explicó.
«Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud, y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de Su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los Cielos.» (Colosenses 1:19.20).
Es decir, estábamos condenados a estar separados de Dios debido al pecado. Pero Dios, en Su misericordia, envió a Jesús, y a través de Su muerte en la cruz nos dio la posibilidad de reconciliarnos con Él, pues el motivo de la tristeza es por estar lejos de Su presencia. Y si pagó por nuestros errores, ¿cuál es la parte que nos toca? Arrepentirnos, ese el precio que Dios pide. «A lo mejor piensa que no tiene fuerzas, no obstante, usted tiene el poder de decidir cambiar».
Muchas personas no cambian sus actitudes porque no se arrepintieron, solo sintieron culpa y remordimiento, pero eso no funciona, es necesario odiar el pecado. Por ejemplo, si alguien odia a una persona, quiere que ella muera; el arrepentimiento es eso. «Es tener odio y asco de lo que hacía, es una decisión de cambio», comentó.
Al hacerlo, Dios le da la cosa más valiosa que existe: la paz. La Biblia afirma que «No hay paz para los malvados» (Isaías 48:22). Mientras uno viva en el pecado, no tendrá tranquilidad. Por eso muchos buscan la manera de olvidar sus angustias y llenar su alma volviéndose adictos a las redes, a la pornografía, al alcohol, etc. No obstante, terminan más atormentados.
En el salmo 32:1-5, David dijo así: «Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y ha sido cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no atribuye iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí Tu mano; mi vigor se convirtió en sequedades de verano. Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis rebeliones al Señor. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado».
Hay enfermedades que son del alma, mientras uno no se arrepienta, su cuerpo se va a consumir. Porque podemos esconderle el pecado a las personas que nos rodean, pero no del Señor Dios ni de satanás.
El arrepentimiento no es sentimiento, es una decisión. Cuando hay arrepentimiento, la persona no tiene nada qué esconder. Incluso, el obispo explicó que la Santa Cena no es para personas perfectas, sino para personas santas, «y nos volvemos santos cuando nos arrepentimos de nuestros errores y se los confesamos a Dios; Él nos lava y nos da acceso a Su Reino».
Tal vez usted nunca fue feliz, no tuvo paz ni tranquilidad debido al infierno que enfrentó desde su niñez, pero hoy puede comenzar una vida nueva. «Si supiera lo maravilloso que es tener la presencia de Dios, no perdería un segundo más», finalizó.
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