La táctica que no funcionó

«Creemos en quien no se debe creer y no creemos en quien más deberíamos creer»

Bobita, despistada, lentita, descuidada y flaquita. Le di mucho trabajo a mi madre en estas tres últimas cuestiones. Tardaba demasiado en hacer cualquier cosa, parecía estar siempre en modo lento. Vivía con moretones en las rodillas y las piernas, sin contar la barbilla que, semanalmente, tenía un curita. Y no comía nada. Cualquier cosa que aparecía en la comida ya era razón para rechazarla. Yo simplemente no tenía hambre. Mi madre sufrió por eso y, para ver si yo reaccionaba, ella me decía que me estaba convirtiendo en Olivia Palito. Sé bien qué es hacer de todo para que su hijo cambie, incluso subestimar ja, ja, ja, ja… hice eso también con Felipe. El problema es que no funciona.

Entre más me decía mi madre cuán flaquita estaba, menos reaccionaba. En lugar de despertar para la vida y ver que estaba feíta, aceptaba ser feíta. Táctica que no funcionó conmigo y que futuramente usaría con mi hijo y también obtendría un cero. ¿Por qué insistimos en tácticas que no funcionan? Además de considerarme fea, empecé a fijarme en todo lo que estaba mal en mi cuerpo, como piernas delgadas, nariz hacia abajo… Mi madre vivía diciéndome que yo era linda, pero en mi interior, yo no creía en las palabras de ella. Creía que estaba diciendo eso porque era mi madre, y la opinión de ella con respecto a mí no contaba, así es, ¡otro gran error del ser humano! Nosotros creemos en quien no se debe creer y no creemos en quien más deberíamos creer.

Para que usted tenga una idea, crecí pensando en un milagro, un día, un joven se enamoraría de mí, por eso vivía soñando despierta, haciendo mis propias historias de ficción sobre mí.

La historia continúa…

Por Cristiane Cardoso