La garantía de las promesas

La garantía de las promesas

Por Departamento Web 2

Una de las cosas que ha impedido a las personas tomar posesión de las promesas de Dios es el hecho de pensar que deben ser merecedoras. No obstante, «las promesas de Dios se obtienen a través de la fe en lo que está escrito», explicó el obispo Franklin Sanches durante el Santo Culto del pasado 6 de marzo.

Por lo tanto, no es una cuestión de merecer o no, es una cuestión de fe. Un ejemplo mencionado en la Biblia es el del ladrón que estaba en la cruz, al lado de Jesús. ¿Él merecía ser salvo? Sin embargo, recibió la salvación: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Él le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:42-43).

Entonces, el primero en entrar al paraíso fue un ladrón, rompiendo la idea de muchos religiosos que quieren imponer reglas y preceptos sobre las personas; pero la salvación es una cuestión de fe.

«Tal vez usted se juzga, piensa que Dios no lo va a escuchar porque usted no lo merece, pero no se trata de eso. Si yo creo y me entrego a Él, me va a escuchar», dijo el obispo.

Otro ejemplo citado en las Sagradas Escrituras es el de una prostituta que creyó y lavó los pies de Jesús con sus cabellos. Aunque muchos le condenaron, Jesús los miró y les dijo: «Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama» (Lucas 7:47).

En otro pasaje bíblico se relata la ocasión en la que una mujer adúltera fue arrojada a los pies de Jesús, y le dijeron que tenía que apedrearla, porque así lo estipulaba la ley. No obstante, Jesús les señaló que quien estuviera libre de pecado arrojara la primera piedra. «Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más» (Juan 8:10-11).

Por lo tanto, no es una cuestión de méritos. Si usted cree, tomará posesión de lo que está prometido. Lea con atención lo siguiente:

«Pero como Dios es fiel, nuestra palabra a vosotros no es sí y no. Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, que fue predicado entre vosotros por nosotros (por mí y Silvano y Timoteo) no fue sí y no, sino que ha sido sí en Él. Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él todas son sí; por eso también por medio de Él, Amén, para la gloria de Dios por medio de nosotros. Ahora bien, el que nos confirma con vosotros en Cristo y el que nos ungió, es Dios, quien también nos selló y nos dio el Espíritu en nuestro corazón como garantía» (2 Corintios 1:18-22).

Está escrito que en Cristo recibimos un SÍ a Sus promesas. Incluso, Él quiere que todas ellas se hagan realidad en su vida, y para eso le da el Espíritu Santo. Esa es la garantía de todo.

Muchos viven con tantas dudas, inseguridades, miedo, porque no tienen esa garantía. El obispo explicó que «sin Él, permanecerá inseguro, como los discípulos cuando estaban en la barca y comenzó la tempestad. Sin embargo, Jesús dormía en la barca, pues sabía que no se hundiría».

Pregúntese: ¿Jesús está dentro de su barca? Porque si está, no se hundirá.

Entienda que el Espíritu Santo es lo más glorioso que el ser humano puede recibir. Cuando Él habita dentro de usted, le da la garantía de que vencerá.

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