Hijo o esclavo: ¿cuál de los dos refleja su vida?

Hijo o esclavo: ¿cuál de los dos refleja su vida?

Por Departamento Web 2

Muchas personas son criaturas de Dios, por lo tanto, viven resignadas a una vida infeliz y de sufrimiento. En cambio, cuando una persona comprende lo que significa ser hijo de Dios, cambia su manera de pensar y de actuar. «Dios no depende sus condiciones para bendecirle, Él depende de su fe», explicó el obispo Franklin Sanches durante el Santo Culto del pasado domingo 13 de noviembre.

Y es para eso que Dios da el Espíritu Santo, para que la persona se vuelva hija de Dios. «En otras palabras, mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, a pesar de ser dueño de todo» (Gálatas 4:1).

Mientras que el hijo es un niño, es como un esclavo, pues aunque es dueño de todo lo que el padre posee, no puede tomar posesión. Muchas personas nacen y crecen en la miseria, sin tener qué comer, pero cuando llegan a la iglesia escuchan las enseñanzas sobre lo que significa ser hijo de Dios. De acuerdo con el obispo, «cuando a uno le cae el veinte de lo que eso significa, entonces cambia de mentalidad, entiende la voluntad de Dios para ella. Y la voluntad de Dios para sus hijos es la mejor».

«Al contrario, está bajo el cuidado de tutores y administradores hasta la fecha fijada por su padre» (Gálatas 4:2). Esto quiere decir que mientras la persona no tiene madurez espiritual, continuará siendo esclava del diablo, «él le va a imponer sus voluntades, y así vivirá una vida de pecado, porque la persona no tiene conciencia», explicó el obispo Franklin. «Hay muchas personas que ya están en la iglesia desde hace varios años, sin embargo, todavía no maduraron espiritualmente, siguen aceptando las imposiciones e ideas de este mundo», agregó.

Pero una persona que entiende lo que significa ser hija de Dios no acepta las imposiciones del diablo, «no va a permitir que su matrimonio se acabe ni que el diablo destruya a su familia; como hija de Dios, comprende que Él quiere que tenga una familia. También comprende que no nació para estar enferma, pues Dios se llevó las enfermedades y dolores».

Es por eso que en la Universal existen las cadenas de oración, para que los hijos de Dios acudan a luchar por sus derechos. «Por ejemplo, los lunes pueden venir a luchar por lo que Dios prometió, que es una vida en abundancia. Un hijo de Dios piensa: “Si tengo a Dios como Padre, ¿cómo es que voy a vivir en la miseria o siendo humillado?”».

Pero cuando no hay madurez, sucede lo que dijo el apóstol Pablo: «Así también nosotros, cuando éramos menores, estábamos esclavizados por los principios de este mundo» (Gálatas 4:3).

«Al no ser hijo de Dios, la persona se vuelve esclava de los poderes espirituales que gobiernan el mundo, el diablo le va a decir: “tú no tienes estudios, no tienes suerte o árbol que nace torcido, jamás su rama endereza”. Y la persona acepta este tipo de pensamientos», dijo el obispo. «Cuando usted es hijo de Dios piensa: “si soy hijo, tengo derecho al Espíritu Santo, necesito tenerlo, porque solo así estaré fortalecido y Él sustentará mi fe”. Entonces, acude a las reuniones los miércoles y domingos». De lo contrario, aun estando en la iglesia, la persona va a tener depresión, sentirá vacío, tendrá desánimo y desequilibrio.

«Pero, cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos» (Gálatas 4:4). Nadie nace siendo hijo de Dios, sino que nos volvemos hijos cuando nos entregamos de cuerpo, alma y espíritu al Señor Jesucristo. Haciendo esto, uno deja de ser simplemente un frecuentador de la iglesia, asume este compromiso y tiene derechos.

«Si las personas en el mundo pelean por ser herederos de los ricos, entonces, imagine lo que nosotros podemos hacer como hijos de Dios, ¿lucharemos o tomaremos esto a la ligera?», comentó. La oportunidad de ser hijos de Dios está aquí, pues está escrito que Dios envió a Su hijo para eso.

Si usted se entrega a Dios, si toma esta decisión ahora mismo, está decidiendo que ya no quiere vivir como esclavo. Si usted quiere, puede ser hijo de Dios. «Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba! ¡Padre!» (Gálatas 4:6).

Él envió al Espíritu Santo para que podamos llamarlo Padre. El obispo preguntó: «¿Qué es capaz de hacer un padre por sus hijos? Piense en esto. Cuando usted se vuelve hijo está bajo Su cuidado y protección, ¿qué mal podrá tocarle?».

Su Espíritu derramado sobre usted es la confirmación. Si toma la decisión de entregarse con sinceridad, a partir de este momento su vida será diferente.

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