Guerra es guerra

Y como toda guerra, cada día tenemos una batalla que enfrentar

CUANDO LA GUERRA estalla, alguien tiene que salir a luchar. Si todos se esconden, todos van a morir. He visto a tanta gente asustada, criticando, quejándose, pero, en contraste, he visto tanto valor y renuncia en otras personas. En el momento difícil que pasamos, todos perderán de alguna manera. ¡La guerra es así! Todo salió mal para los planes de todos en todo el mundo.

Consultas, exámenes y cirugías fueron pospuestas. Fiestas y viajes cancelados. Muchas personas que viajaron, aún están presas en los países, a la espera de ser repatriadas. Ellas nunca imaginaron que sus vacaciones terminarían así. Bodas programadas fueron desprogramadas. ¿Se  acuerda de aquel alaciado brasileño, aquella bolsa, aquel perfume que creía que no podría vivir sin él?

Pues sí… Tantas cosas que juzgamos que son esenciales, en realidad, no lo son. No pasan de vanidades. Lástima que solo lo vemos cuando vienen las tempestades. Cuando la vida corre peligro, rápidamente lo superfluo aparece y el brillo palidece.

¿Quién ahora quiere pasear en París o caminar en el Coliseo romano? De un día para otro, todo perdió su valor y lo que realmente era importante apareció.

Por lo tanto, quédese en casa, –como se recomienda– pero no deje de luchar su guerra. Si va a limpiar, desinfectar, alimentar a su familia, mantenerse en el trabajo a distancia… haga todo lo que sea necesario, como un buen soldado. Use gel antibacterial, agua y jabón, cloro, pero no solo confíe en eso para tener protección. Si aún no marcó su casa con la sangre de Jesús, ¡corra!

Si tiene su despensa llena, porque tuvo condiciones de comprar más comida, no confíe en esa provisión. Nuestra única seguridad está en el poder de Dios. Es del cielo donde desciende el maná que, día tras día, nos sustentará.

Como toda guerra, cada día tenemos una batalla que enfrentar.

Manténgase firme en donde esté, ¡porque nosotros estamos firmes aquí!

Por Núbia Siqueira