Estudios afirman que el cerebro se altera con las películas de terror

Entre la ficción, el terror y lo real

«Crecí sola viendo películas de terror, eran como un alimento para mí. De pronto, empecé a ver sombras, escuchar voces y me volví agresiva», explicó Rayssa Marihno al recordar su pasado.
Las películas de terror son las favoritas de muchas personas. Escenas de tortura, violencia extrema y sangrienta, personajes extraños, accidentes inexplicables, casas embrujadas, manifestaciones paranormales o demoniacas son parte de historias oscuras y terribles que nos presenta este género que, de acuerdo a un estudio elaborado por la Universidad de Nueva York, hace que el cerebro reviva malas experiencias y altera su funcionamiento.
«Este cambio puede entenderse como una redistribución estratégica de los recursos que son vitales cuando la supervivencia está en juego», explicó Erno Hermans, coordinador de la investigación.
Además, los investigadores percibieron que (al verlas) el cerebro se altera, los sentidos se agudizan y el miedo crea un estado de alerta que fortalece los recuerdos de experiencias estresantes, perjudicando la capacidad analítica de cualquier persona.
«Tenía depresión e intenté suicidarme. Me sentía despreciada y solo pensaba en morir. Hasta que un día, me invitaron a la Universal, donde comprendí que necesitaba a Dios. Dispuesta a cambiar, me entregué a Él y poco a poco me convertí en una nueva mujer con muchas ganas de vivir», finalizó Rayssa.
Así como ella, tú puedes liberarte del mal que esté en tu vida. Todos los viernes en la Universal. Consulta los horarios en la página 14.

«Me daba miedo quedarme sola porque sentía que alguien me perseguía»

«En la puerta de mi casa, encontré distintos tipos de brujería como gallinas muertas, cruces invertidas de sal, aceite negro, muñecos de vudú con los nombres de mis familiares y diversas maldiciones para todos los integrantes.
Yo, empecé a tener delirio de persecución y dolores de cabeza que no se quitaban con medicamentos. El único recurso viable era quedarme acostada todo el día. Además, me daba miedo estar sola porque veía bultos. No pasó mucho tiempo para que cayera en depresión: la tristeza y el deseo de morir rondaban mi mente.
De la nada, mi familia se peleaba, eran tan desunidos y violentos, que se golpeaban con lo que tuvieran enfrente o rompían puertas.
Cuando un familiar se dio cuenta de nuestro sufrimiento, nos invitó al Templo de los Milagros. Desde el primer día que asistimos, supe que este lugar era diferente, aquí estaba la esperanza que buscábamos.
Tanto mi familia como yo pusimos nuestra vida en manos de Dios y, sin darnos cuenta, poco a poco vimos cambios positivos: tuvimos paz y tranquilidad.
Finalmente se acabaron los pleitos, las enfermedades, los tormentos espirituales, el vacío y los deseos de morir. Mis seres queridos y yo somos felices porque Él está con nosotros.» – Adanari Hernández