¿Es necesario equivocarse?

<strong><em>¿Es necesario equivocarse?</em></strong>

Por Departamento Web 2

Aquel que es inteligente aprende de sus propios errores, pero el sabio no necesita equivocarse, porque aprende del error de los demás.

¿Cuántas veces ya escuchaste: «fallar es de humanos», «todo mundo se equivoca» o, «solo se aprende de los errores»? aunque sean expresiones que escuchamos comúnmente, la verdad es que pensar de esa manera es una de las mayores trampas que un ser humano puede ponerse a sí mismo. La cantidad de personas que se equivocan sin medir ni considerar las consecuencias es descomunal.

El ser humano es curioso y Dios le dio ese atributo. Mientras tanto, cuando esa curiosidad es usada sin cuidado, casi siempre las consecuencias son desastrosas. Esto es porque cada acción genera una reacción, es decir, cada actitud tiene un resultado. Él puede hasta tardar un poco en surgir, pero aparece. Así, cuando las personas escogen «equivocarse para aprender» sin preocuparse por los resultados que pudieran obtener se están poniendo en una situación peligrosa.

Fue el Altísimo el que colocó la curiosidad en el hombre, pero también le dio inteligencia. El inteligente aprende de sus propios errores, el sabio aprende de los errores de los otros, y el burro no aprende con ninguno.

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Para que el sabio aprenda de los errores ya conocidos, la Biblia trae diversos pasajes en los que muestra que la curiosidad descuidada y el «equivocarme para aprender» tienen trágicas consecuencias. Una de ellas está descrita en Génesis: Adán y Eva no tenían conocimiento sobre el mal hasta que probaron el fruto prohibido. Ellos no necesitaban experimentarlo y sabían que hacer eso estaba mal, porque Dios ya les había alertado, pero, aun así, decidieron ceder ante la curiosidad. La consecuencia es que sufrieron por haber tomado esa decisión, y desde entonces, el mal se propagó en el mundo. Ahora, reflexiona: ¿la humanidad aprendió de ese error?

Las cosas en el mundo se asemejan a ese caso, quien nunca ha fumado, no tiene necesidad de hacerlo; muchos, sin embargo, tienen curiosidad y lo hacen, aun sabiendo que es malo y se les hará un vicio. Ellos quieren conocer cómo es fumar de cualquier forma y, cuando son cuestionados, aseguran que «cada quien tiene que cometer sus propios errores». Lo mismo aplica para quien es infiel en su relación amorosa o es promiscuo, para aquel que miente, para quien comete crímenes, etc. Todos conocen las consecuencias de ceder ante el error, pero deciden optar por él. Es como escoger asistir a una película cuyo final ya conoces y sabes que te va a decepcionar: desperdiciaste tu tiempo con una distracción de unos minutos para al final arrepentirte de esa elección.

Escogiendo estar con Dios

Dentro de la iglesia es común para el cristiano conocer historias de quien cometió errores y, por la fe, fue salvo. También es común conocer personas que crecieron conociendo las orientaciones bíblicas, pero decidieron aventurarse en el mundo, lejos de Dios y sufrieron por eso.

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Permanecer en la fe y hacer la voluntad de Dios es cuestión de inteligencia. Ciertamente todos los que ya dieron el mínimo de atención a la Palabra de Él conocen la frase: «Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará.» (Gálatas 6:7). Ella muestra que todas las acciones de una persona traerán alguna consecuencia, y solamente el propio individuo puede decidir si sembrará cosas buenas para cosechar buenos frutos o si plantará algo ruin para cosechar frutos amargos.

Cada persona necesita reflexionar y entender que no vale la pena poner la vida y la salvación en riesgo por los placeres que el mundo ofrece. Después de cometer el error puede ser demasiado tarde para aprender. Es obvio que si te avientas de un edificio de diez pisos morirás. De la misma manera, no necesitas cometer errores para saber que algo está mal. Puedes aprender de quienes ya anduvieron por aquel camino y acabaron mal, y así también darte cuenta de que, si haces lo mismo terminarás, igual.

Es verdad que todos tienen «el derecho de romperse la cabeza», pero también es verdad que eso no es necesario. Por lo tanto, antes de tomar una decisión que puede afectar tu vida permanentemente, busca la orientación de Dios.

Recuerda que en Jeremías 29:11 está escrito: «Porque yo sé los planes que tengo acerca de ustedes, dice el SEÑOR, planes de bienestar y no de mal, para darles porvenir y esperanza.».

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