“Era bendecida en todo, menos en el amor”
“Una de mis mayores tristezas era causada por la desintegración familiar. Mi padre era un hombre alcohólico, discutía con mi mamá y, por su vicio, siempre nos faltaba dinero para sacar adelante los gastos del hogar.
Llegamos a la Universal y, por medio de la fe, nuestra realidad se transformó. Mi padre de ser un alcohólico, se volvió un buen jefe de familia, entre él y mi mamá la relación era muy buena; incluso económicamente tuvimos nuestras bendiciones. No obstante, aún me hacía falta algo más para ser bendecida completamente: el área amorosa.
Por buscar la prosperidad económica, dejé de lado las cuestiones del amor. Y no es que esté mal buscar un progreso financiero, sino que Dios quiere bendecirnos en todos los sentidos —eso lo comprendo hoy—. La gente de continuo me cuestionaba por qué no me había casado, pero en ese momento pensaba que el Señor Jesús mandaría a la persona correcta.
No obstante, para que Dios respondiera a ese pedido era necesaria mi acción. Entonces, usé mi fe, realicé mi sacrificio y elevé mi clamor en el altar: ‘Dios, dame un hombre que te ame tanto como yo a ti, que esté dispuesto a servirte y que tenga tu carácter’. Como sabía la calidad de mi sacrificio, mantuve la confianza de que, de un modo u otro, el Señor concedería mi petición.
Pasó un tiempo, cuando menos lo imaginé, conocí a un hombre maravilloso. Él estaba fuera de la ciudad, pero el Señor acomodó todo para que nuestros caminos coincidieran. Ahora puedo dar testimonio de que el amor verdadero sí existe y que siempre habrá alguien para que camine a nuestro lado, solo es cuestión de que confiemos en Dios y actuemos nuestra fe, porque Él no queda en deuda con nadie. Lo que promete lo cumple”, Alicia.
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