¿Envidioso o envidiado?

La envidia es el deseo de obtener algo que posee otra persona y que uno carece. Esta es una emoción nociva que daña al ser humano y por la cual se han realizado verdaderas atrocidades. Millones de personas alrededor del mundo, hoy sufren las consecuencias de ser envidiados o envidiar. Los envidiosos, empujados por este sentimiento, realizan cualquier tipo de acciones con tal de poseer lo que quieren.

Los envidiados, truncan su crecimiento por las maldiciones recibidas. Aunque cada uno tiene su cuota de sufrimiento, el envidioso pierde más. Satanás es un claro ejemplo de ello. De acuerdo a lo señalado en las Sagradas Escrituras, este ángel comenzó a desear ser Dios y no un siervo de Él, contaminado por este sentimiento, actuó en contra de las leyes divinas y fue desechado.

Hoy en día, Dios (el envidiado) sigue siendo el Señor del Universo, Su Poder y Omnipotencia siguen vigentes y no hay mal que se le resista. Satanás (el envidioso), por su parte, vive en la oscuridad a la espera de su desenlace en el lago de fuego, intentando llevarse a quienes más pueda al dolor eterno, con su derrota escrita y declarada.

Y tú, querido lector, ¿quién has sido hasta hoy, el envidioso o el envidiado?Muchos sufren al ser envidiados, otros acarrean maldiciones al envidiar. Sin embargo, contar con la Protección de Dios puede cambiarlo todo. Si quieres deshacerte de este sentimiento, o bien, deseas protegerte de la envidia, te invitamos a pasar este sábado por el Valle de la Sal en la Av. Revolución núm. 253, Col. Tacubaya.

Por la fe, puedes destruir las maldiciones que la envidia acarrea. La entrada es gratuita y libre para todo el público.

El sufrimiento la acompañó desde que era pequeña

“Crecí con traumas porque desde pequeña tuve que presenciar violencia intrafamiliar. Mi papá me golpeaba muchísimo y, queriendo salir de ese problema, me casé. No obstante, el hombre que elegí para ser mi compañero de vida resultó peor que mi padre, ya que estando bajo los efectos del alcohol, me maltrataba físicamente, me insultaba, me humillaba. ¡Y terminó suicidándose!

Además de estos problemas, tuve que lidiar con un posible cáncer y una amenaza de infarto. Para mí no había camino hacia la felicidad, todo estaba cerrado, truncado y sin opción a ser dichosa. Pensé que acudiendo con brujos o curanderos para hacerme limpias las cosas se solucionarían, pero al contrario, me sentía peor. No tenía dinero ni para comer. A mis hijos les estaba dando una vida tan miserable, ¡eso me mataba! Sin embargo, cuando más perdida me encontraba, llegó la salida: Dios.

Supe de las reuniones de Casos Imposibles que se realizan en el Centro de Ayuda Universal y mi fe en el Señor transformó mi vida. Esos traumas del pasado fueron arrancados de mí, no tengo tristeza ni rencor hacia las personas que me dañaron. Mi salud se restableció por completo, incluso mi economía está bien, hoy puedo ofrecerles un porvenir a mis hijos.

Ahora todo fluye para bien, sé que puedo alcanzar lo imposible porque Dios está conmigo”, María Catalina.

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