¿En dónde está su espada?

El lugar de la espada está en la mano y quien la sostiene con fe, lucha con valentía.

¿Pegada en la mano o en la funda?

¿Cuántas veces ya escuchamos que el guerrero es el que hace a la espada y no al revés?

Así es, eso sucedió con Eleazar, uno de los tres valientes del rey David. Este hombre luchó tanto en una batalla en contra de los filisteos, que su espada quedó pegada en su mano:

«… y después de él, Eleazar, hijo de Dodo ahohíta, uno de los tres valientes que estaban con David cuando desafiaron a los filisteos que se habían reunido allí para la batalla y se habían retirado los hombres de Israel. Él se levantó e hirió a los filisteos hasta que su mano se cansó y quedó pegada a la espada; aquel día el Señor concedió una gran victoria; el pueblo volvió en pos de él, pero solo para despojar a los muertos.» (2 Samuel 23:9-10).

Los compañeros de lucha nos pueden abandonar en los momentos más difíciles, pero eso no puede desanimarnos. Eleazar vio a los hijos de Israel huir, uno a uno, y regresar a casa, pero, aún así, él no desistió. Con seguridad, con horas y horas de batalla estando solo, su cuerpo estaba cansado y herido, pero la fuerza que lo convertía en un soldado diferente era la fe.

La sangre coagulada de los heridos que estaba en su mano se hizo como pegamento, que pegó la espada en ella. No todos son los que logran ser así, ¿no es verdad? Por mucho menos, mucha gente ha desistido de la vida, de la fe, de los sueños, de las relaciones…

El lugar de la espada está en la mano y quien la sostiene con fe, lucha con valentía. Esa persona jamás huirá de sus guerras por miedo o cobardía.

Ella continúa creyendo y luchando, aunque esté sangrando, sola, traicionada…

¡Seamos Eleazar! ¡Tengamos la espada en la mano!

Por Núbia Siqueira