El verdadero Refugio

El verdadero Refugio

Por Departamento Web

¿Sabe el motivo por el cual David comparaba a Dios con un Alto Refugio, una Fortaleza?

En su Blog el Obispo Edir Macedo explica que “en el Antiguo Testamento, la ley acerca de homicidios era muy rigurosa, porque la sangre derramada contaminaba la tierra, apartando a Dios de Su pueblo. Si no hubiese expiación, grandes consecuencias vendrían sobre todos.

Solo había una manera de resolver el problema: la ley dada a Moisés, por el propio Dios, determinaba que aquella sangre derramada fuese vengada. Era vida por vida, ojo por ojo y diente por diente. El asesino moriría de la misma manera que mató, por las manos del vengador, que normalmente era el familiar más cercano a la víctima. Tenía que haber mínimo dos testigos de lo ocurrido para que el derecho de venganza fuese ejecutado.
Entre tanto, la ley hacía distinción entre homicidios con dolo (casos en los que el homicida actuaba premeditadamente) y culposos (casos en los que la persona no tenía la intención de matar, pero actuó en legítima defensa o porque la muerte aconteció de manera accidental). Sin embargo, para el vengador de la sangre de la víctima, no le importaba si fue intencional o no. El ansiaba ejecutar la venganza a cualquier costo. Por eso, quien derramó la sangre tenía que huir. ¿Pero huir para dónde?

Fue cuando Dios le dijo a Moisés: os señalaréis ciudades, ciudades de refugio tendréis, donde huya el homicida que hiriere a alguno de muerte sin intención. Y os serán aquellas ciudades para refugiarse del vengador, y no morirá el homicida hasta que entre en juicio delante de la congregación. Números 35:11-12

Seis ciudades fueron designadas por Moisés como lugar de refugio. Los homicidas involuntarios eran recibidos por los ancianos que los juzgaban en las puertas de la ciudad. Era realizado un interrogatorio para saber cuál era la naturaleza del crimen. Si fuese considerado culpable, era entregado al vengador, de lo contrario, recibía el derecho de entrar en la ciudad para salvar su vida, después ahí el vengador no podía tocarlo. Había protección absoluta dentro de la ciudad, pero sí, en algún momento, aquel homicida saliese, el vengador que estaba al acecho y podría atacarlo.

Espiritualmente, el Señor Jesús es esa ciudad de refugio.

Todos nosotros éramos considerados culpables por nuestros pecados y estábamos a merced del vengador, que es el diablo. ¿Cómo escapar de su furia, de su odio y de su deseo de venganza? ¡Solamente por medio de nuestro Salvador, que tomó nuestro lugar, asumiendo nuestras culpas! Y es en Él que tenemos la seguridad y protección contra el mal.

La sangre a ser derramada era la de nosotros no la de Él, pero Él pagó el precio por todos nosotros. Y su trono es el lugar para donde debemos correr en busca de ayuda. En cuanto estuviéramos sobre Sus cuidados, el diablo no tendrá poder ninguno para nos tocar. En varias ocasiones, David se encontraba rodeado por sus enemigos y, humanamente hablando, no tenía como escapar. En aquellos momentos de presión, él buscaba el refugio en Dios y era su socorrido.

En cuanto estuviéramos sobre Sus cuidados, el diablo no tendrá poder alguno para tocarnos.

En varias ocasiones, David se encontraba rodeado por sus enemigos y, humanamente hablando, no tenía como escapar. En aquellos momentos de presión, él buscaba el refugio en Dios y era escuchado. Por eso él decía:

Señor, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. Salmos 18:2

El Señor Jesús es el Refugio, el Lugar de descanso y paz para todos los que están perdidos y desesperados, acusados por el diablo o por la propia consciencia; para los que están cansados de las humillaciones, injusticias y desprecio.

Estamos en la octava semana del propósito “91 días en el Abrigo del Altísimo” Y, no por casualidad, el versículo correspondiente es:

“Ciertamente con tus ojos mirarás, Y verás la recompensa de los impíos” (Salmos 91:8)

Si usted también desea hacer del Altísimo su refugió y su habitación, participe de las reuniones miércoles y los domingos, en el Santuario Mayor (Av. Revolución #253, Col. Tacubaya o en un Centro de Ayuda Universal más cercano a tu casa.

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